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Para los vigilantes que trabajamos en Supermercados Los 10 trucos del ladrón del «súper»
Dom 24 Abr 2016, 17:46
Los 10 trucos del ladrón del «súper»
Amas de casa que encargan la lista de la compra a los «chorizos», cajeras que cobran sólo parte de la mercancía, la salida en estampida del comercio con el carro lleno... son muchos los métodos para robar.
E. Villar.
Del aumento espectacular de robos en comercios dan fe, mejor que nadie, los propios policías. Un rápido «sondeo» por ocho de las comisarías más conflictivas de Madrid evidencia que los hurtos en viviendas han crecido un 100% (de 20 al mes se ha pasado a casi 40), y un 60% los de supermercados, según el portavoz del sindicato UFP, Alfredo Perdiguero. «Estamos realmente preocupados porque no sabemos a dónde llegará esto», admite. Sólo en 2008 desaparecieron de los comercios españoles artículos por valor de 1.200 millones de euros (1% de su facturación), según los datos de la patronal Aecoc. Hasta ahora, el «top five» era el de siempre: cosmética, cuchillas de afeitar, perfumes, alcohol y charcutería selecta, productos todos ellos fáciles de colocar en el mercado negro. Pero la crisis ha cambiado el objeto de deseo y el perfil del ladrón. ¿Negocio o necesidad? A medio camino entre los dos, las técnicas de robo se sirven, ante todo, de mucha picaresca.
1. El «carro temático». Todo un clásico en los robos de supermercados, que se eleva a la categoría de «grandes éxitos» cuando aprieta la crisis y el mercado negro se reactiva. La técnica es sencilla: se llena el carro hasta los topes de un mismo producto, se escapa con él a la carrera y luego se «coloca» a un intermediario. «Hace poco uno intentó llevarse un carro lleno de bandejas de carne y poco después otro con botellas de aceite Carbonell», confiesa una cajera de Mercadona. A favor: fácil de colocar en la «reventa». En contra: es sólo para ladrones sin complejos, a los que no les importa llevar tatuado en la frente el lema «soy un chorizo». ¿Qué barbacoa necesita un carro hasta los topes de chuletas de cordero?
2. Ésta sí, ésta no, ésta sí... El «plan B» requiere de la complicidad de una cajera. Por cada producto que se pasa por el lector de código de barras se mete otro en las bolsas sin cobrarlo. Hace poco, la Guardia Civil descubrió en la sierra de Madrid a uno de estos fans del 2x1.
3. Ladrones con la lista de la compra. Otra modalidad que ahora persigue la Policía: el robo por encargo. Ancianos y amas de casa sin fuerzas ni valor para meterse un paquete de arroz en el bolsillo le encargan la lista de la compra a los «raterillos» del barrio, y luego se les pagan por ella la mitad de su valor. Todos ganan, menos el tendero.
4. El «picnic protesta». El último ocurrió hace diez días en un hipermercado de París. Dos docenas de clientes («activistas», se definen ellos) despliegan una mesa, ponen música y toman de los estantes toda la comida que les apetece. Con un poco de suerte, en lo que llega la Policía para echarles se han tomado ya el postre.
5. El truco de la propaganda. Es la aportación que deja un ladrón en internet. Un robo en tres actos: se coge de la entrada el folleto con las ofertas, se mete dentro chopped en lonchas o la bandeja de salchichón y se saca con disimulo.
6. La mano en la caja. Ha existido siempre. El «chorizo» llega corriendo, mete la mano en la caja sin reparar en el valor de los billetes y huye. Un verdadero estropicio para las tiendas pequeñas.
7. Ojo con el cierre. Los momentos más vulnerables son los cambios de turno y el cierre a mediodía. El pasado viernes, sin ir más lejos, la Policía de Burjassot (Valencia) pidió a los comerciantes que bajaran las persianas y cerraran con llave ante la ola de robos por el método del «resbalón» (hacer ceder el pestillo con una radiografía).
8. Con pegatina o sin ella. Lo más fácil es quitar el producto de su envoltorio original o incluso comérselo ahí. Si no, cubrir la pegatina antirobo con papel de plata.
9. El menú degustación. Otro clásico que, según comentan medio en broma medio en serio los dependientes, tiene ahora más seguidores que nunca. Ojo: se puede pasar dos veces por el mostrador del jamón de degustación. A la tercera loncha «canta» un poco.
10. «Esto lo traigo de casa». Y la última, que nunca funciona. Ningún vigilante de seguridad se creerá que la bandeja de langostinos congelados oculta en la gabardina la traía de casa. Ni lo intente.
Leer más: Los 10 trucos del ladrón del «súper» http://www.larazon.es/historico/los-10-trucos-del-ladron-del-super-LJLA_RAZON_84977?sky=Sky-Abril-2016#Ttt1XWJevRxtn0jR
Amas de casa que encargan la lista de la compra a los «chorizos», cajeras que cobran sólo parte de la mercancía, la salida en estampida del comercio con el carro lleno... son muchos los métodos para robar.
E. Villar.
Del aumento espectacular de robos en comercios dan fe, mejor que nadie, los propios policías. Un rápido «sondeo» por ocho de las comisarías más conflictivas de Madrid evidencia que los hurtos en viviendas han crecido un 100% (de 20 al mes se ha pasado a casi 40), y un 60% los de supermercados, según el portavoz del sindicato UFP, Alfredo Perdiguero. «Estamos realmente preocupados porque no sabemos a dónde llegará esto», admite. Sólo en 2008 desaparecieron de los comercios españoles artículos por valor de 1.200 millones de euros (1% de su facturación), según los datos de la patronal Aecoc. Hasta ahora, el «top five» era el de siempre: cosmética, cuchillas de afeitar, perfumes, alcohol y charcutería selecta, productos todos ellos fáciles de colocar en el mercado negro. Pero la crisis ha cambiado el objeto de deseo y el perfil del ladrón. ¿Negocio o necesidad? A medio camino entre los dos, las técnicas de robo se sirven, ante todo, de mucha picaresca.
1. El «carro temático». Todo un clásico en los robos de supermercados, que se eleva a la categoría de «grandes éxitos» cuando aprieta la crisis y el mercado negro se reactiva. La técnica es sencilla: se llena el carro hasta los topes de un mismo producto, se escapa con él a la carrera y luego se «coloca» a un intermediario. «Hace poco uno intentó llevarse un carro lleno de bandejas de carne y poco después otro con botellas de aceite Carbonell», confiesa una cajera de Mercadona. A favor: fácil de colocar en la «reventa». En contra: es sólo para ladrones sin complejos, a los que no les importa llevar tatuado en la frente el lema «soy un chorizo». ¿Qué barbacoa necesita un carro hasta los topes de chuletas de cordero?
2. Ésta sí, ésta no, ésta sí... El «plan B» requiere de la complicidad de una cajera. Por cada producto que se pasa por el lector de código de barras se mete otro en las bolsas sin cobrarlo. Hace poco, la Guardia Civil descubrió en la sierra de Madrid a uno de estos fans del 2x1.
3. Ladrones con la lista de la compra. Otra modalidad que ahora persigue la Policía: el robo por encargo. Ancianos y amas de casa sin fuerzas ni valor para meterse un paquete de arroz en el bolsillo le encargan la lista de la compra a los «raterillos» del barrio, y luego se les pagan por ella la mitad de su valor. Todos ganan, menos el tendero.
4. El «picnic protesta». El último ocurrió hace diez días en un hipermercado de París. Dos docenas de clientes («activistas», se definen ellos) despliegan una mesa, ponen música y toman de los estantes toda la comida que les apetece. Con un poco de suerte, en lo que llega la Policía para echarles se han tomado ya el postre.
5. El truco de la propaganda. Es la aportación que deja un ladrón en internet. Un robo en tres actos: se coge de la entrada el folleto con las ofertas, se mete dentro chopped en lonchas o la bandeja de salchichón y se saca con disimulo.
6. La mano en la caja. Ha existido siempre. El «chorizo» llega corriendo, mete la mano en la caja sin reparar en el valor de los billetes y huye. Un verdadero estropicio para las tiendas pequeñas.
7. Ojo con el cierre. Los momentos más vulnerables son los cambios de turno y el cierre a mediodía. El pasado viernes, sin ir más lejos, la Policía de Burjassot (Valencia) pidió a los comerciantes que bajaran las persianas y cerraran con llave ante la ola de robos por el método del «resbalón» (hacer ceder el pestillo con una radiografía).
8. Con pegatina o sin ella. Lo más fácil es quitar el producto de su envoltorio original o incluso comérselo ahí. Si no, cubrir la pegatina antirobo con papel de plata.
9. El menú degustación. Otro clásico que, según comentan medio en broma medio en serio los dependientes, tiene ahora más seguidores que nunca. Ojo: se puede pasar dos veces por el mostrador del jamón de degustación. A la tercera loncha «canta» un poco.
10. «Esto lo traigo de casa». Y la última, que nunca funciona. Ningún vigilante de seguridad se creerá que la bandeja de langostinos congelados oculta en la gabardina la traía de casa. Ni lo intente.
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- josepmartiAdministradorPremio por estar tantos años con nosotrosPremia la antiguedad en el foro
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Re: Para los vigilantes que trabajamos en Supermercados Los 10 trucos del ladrón del «súper»
Dom 24 Abr 2016, 17:48
El articulo tiene años pero creo que sigue valiendo hoy en dia, para los vigilantes que estamos en supermercados creo que puede ser un buen articulo a tener en cuenta.
Me gustaria tener abierto este hilo para este tema de vigilantes o vigilancia en suoermercados y colgar o comentar aqui todo lo referente a este tema.
Saludos
Me gustaria tener abierto este hilo para este tema de vigilantes o vigilancia en suoermercados y colgar o comentar aqui todo lo referente a este tema.
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- gilgameshMaster Nivel 5Premio por estar tantos años con nosotrosPremia la antiguedad en el foro
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Re: Para los vigilantes que trabajamos en Supermercados Los 10 trucos del ladrón del «súper»
Dom 24 Abr 2016, 18:02
yo me sé media docena más. De entrada, el que va directo desde electrónica a las neveras de camping a meter dentro las "chicharras".
Por cierto, Chicharras a las que nos obligaban a cambiarles las pilas cuando se gastaban. Aseguraban que eso es tarea de vigilancia.
Por cierto, Chicharras a las que nos obligaban a cambiarles las pilas cuando se gastaban. Aseguraban que eso es tarea de vigilancia.
- josepmartiAdministradorPremio por estar tantos años con nosotrosPremia la antiguedad en el foro
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Re: Para los vigilantes que trabajamos en Supermercados Los 10 trucos del ladrón del «súper»
Dom 24 Abr 2016, 18:21
¿Quién roba en los supermercados?
Sábado por la tarde. Centenares de personas se agolpan en una conocida gran superficie de la capital. Mientras unos compradores se deciden por una mermelada, otros esperan la cola del pescado. Ajenos a este trasiego, algunos clientes se dedican a hurtar todo lo que esté a su alcance. Aprovechan las horas de mayor trasiego para pasar inadvertidos y sisar perfumes, libros, discos compactos y artículos de informática. Así, disco a disco, las empresas pierden 1.700 millones de euros al año. Esas cifras manejaban ayer 120 directivos integrantes de la Asociación Española de Codificación Comercial (Aecoc), que engloba a 24.000 firmas de toda España.
Los robos, denominados eufemísticamente en el sector como "pérdidas desconocidas", los cometen tanto empleados como clientes. De hecho, los empleados roban más: el 60%. "El trabajador va a productos más caros y suele cometer más robos durante más tiempo. Además, cuesta mucho detectarlo", explica el director nacional de Seguridad de la Fnac, Hilario Fernández. "Los empleados siempre están con productos y no se puede ver si están transportándolos o, por el contrario, los están robando", añade este directivo. En otras ocasiones, los preparan para que algún cliente compinche los saquen de la tienda sin ser descubierto.
Algunos delincuentes van acompañados de sus hijos para no levantar sospechas
MÁS INFORMACIÓN
Unos ladrones quitan los felpudos de 50 sucursales del BBVA y las chapas de 180 marquesinas de autobuses
Las temporadas de mayores hurtos siempre coinciden con dos grandes momentos de ventas: Navidad y rebajas. A eso se une que las tiendas están repletas de gente. Las mejores horas, a mediodía o en plena hora punta.
Los responsables de Aecoc diferencian dos tipos de delincuentes. Los que podrían llamarse particulares se quedan con lo que roban. Optan por objetos caros que no se pueden permitir. En esta categoría entran los estudiantes, personas que acuden con sus hijos a las tiendas o los que se sirven de una persona mayor o un minusválido para dar el pego. "Es gente que suele pedir perdón, que temen la denuncia y que están dispuestos a pagar la mercancía para no tener problemas", asegura Hilario Fernández.
La responsable de Aecoc de pérdidas desconocidas, Rosario Pedrosa, también destaca a los profesionales. Se trata de grupos organizados que acuden en grupos de cinco o seis personas y van directamente a los productos que les interesan. Saben que tiene compradores esperando esa mercancía. Entran en tropel y salen a la carrera, sin que les dé tiempo a los responsables de la tienda a detenerles. "En contra de lo que se cree, las personas enfermas [cleptómanas] son muy pocas, menos de un 1%", afirma Pedrosa.
¿Y qué comercios sufren más robos, los grandes o los pequeños? La respuesta es que por el mismo estilo. Las grandes superficies tienen más medidas de seguridad, como detectores, cámaras y personal contratado, mientras que los pequeños cuentan con menor superficie para vigilar. "Los pequeños tienen en contra que, cuando un cliente entra en un probador, éste se convierte en un espacio cerrado totalmente vulnerable", añade la responsable de Aecoc.
Los robos a veces se producen antes de que los productos lleguen a la tienda. Los trabajadores de las empresas de distribución también se dedican a hurtar, en especial productos pequeños muy caros, difíciles de controlar, según destaca el director de Operaciones Logísticas de Sony, Francesc Persans. "Por ejemplo, también hemos detectado en nuestros almacenes a algún vigilante de seguridad que sustraía cámaras de fotos, ordenadores portátiles y navegadores GPS".
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Sábado por la tarde. Centenares de personas se agolpan en una conocida gran superficie de la capital. Mientras unos compradores se deciden por una mermelada, otros esperan la cola del pescado. Ajenos a este trasiego, algunos clientes se dedican a hurtar todo lo que esté a su alcance. Aprovechan las horas de mayor trasiego para pasar inadvertidos y sisar perfumes, libros, discos compactos y artículos de informática. Así, disco a disco, las empresas pierden 1.700 millones de euros al año. Esas cifras manejaban ayer 120 directivos integrantes de la Asociación Española de Codificación Comercial (Aecoc), que engloba a 24.000 firmas de toda España.
Los robos, denominados eufemísticamente en el sector como "pérdidas desconocidas", los cometen tanto empleados como clientes. De hecho, los empleados roban más: el 60%. "El trabajador va a productos más caros y suele cometer más robos durante más tiempo. Además, cuesta mucho detectarlo", explica el director nacional de Seguridad de la Fnac, Hilario Fernández. "Los empleados siempre están con productos y no se puede ver si están transportándolos o, por el contrario, los están robando", añade este directivo. En otras ocasiones, los preparan para que algún cliente compinche los saquen de la tienda sin ser descubierto.
Algunos delincuentes van acompañados de sus hijos para no levantar sospechas
MÁS INFORMACIÓN
Unos ladrones quitan los felpudos de 50 sucursales del BBVA y las chapas de 180 marquesinas de autobuses
Las temporadas de mayores hurtos siempre coinciden con dos grandes momentos de ventas: Navidad y rebajas. A eso se une que las tiendas están repletas de gente. Las mejores horas, a mediodía o en plena hora punta.
Los responsables de Aecoc diferencian dos tipos de delincuentes. Los que podrían llamarse particulares se quedan con lo que roban. Optan por objetos caros que no se pueden permitir. En esta categoría entran los estudiantes, personas que acuden con sus hijos a las tiendas o los que se sirven de una persona mayor o un minusválido para dar el pego. "Es gente que suele pedir perdón, que temen la denuncia y que están dispuestos a pagar la mercancía para no tener problemas", asegura Hilario Fernández.
La responsable de Aecoc de pérdidas desconocidas, Rosario Pedrosa, también destaca a los profesionales. Se trata de grupos organizados que acuden en grupos de cinco o seis personas y van directamente a los productos que les interesan. Saben que tiene compradores esperando esa mercancía. Entran en tropel y salen a la carrera, sin que les dé tiempo a los responsables de la tienda a detenerles. "En contra de lo que se cree, las personas enfermas [cleptómanas] son muy pocas, menos de un 1%", afirma Pedrosa.
¿Y qué comercios sufren más robos, los grandes o los pequeños? La respuesta es que por el mismo estilo. Las grandes superficies tienen más medidas de seguridad, como detectores, cámaras y personal contratado, mientras que los pequeños cuentan con menor superficie para vigilar. "Los pequeños tienen en contra que, cuando un cliente entra en un probador, éste se convierte en un espacio cerrado totalmente vulnerable", añade la responsable de Aecoc.
Los robos a veces se producen antes de que los productos lleguen a la tienda. Los trabajadores de las empresas de distribución también se dedican a hurtar, en especial productos pequeños muy caros, difíciles de controlar, según destaca el director de Operaciones Logísticas de Sony, Francesc Persans. "Por ejemplo, también hemos detectado en nuestros almacenes a algún vigilante de seguridad que sustraía cámaras de fotos, ordenadores portátiles y navegadores GPS".
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Re: Para los vigilantes que trabajamos en Supermercados Los 10 trucos del ladrón del «súper»
Dom 24 Abr 2016, 18:34
Guía para robar en grandes almacenes
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NOTA
Antes de empezar con el copia y pega del siguiente articulo queria comentar que poner aqui como mangar es simplemente para que los vigilantes aprendamos a defender o a valorar mas aquellos aspectos o señales que muchas veces no detectamos para pillar a posibles chorizos.
ARTICULO............
"Los centros comerciales son mierda. Destruyen el pequeño comercio. Robar a esa gente no es robar, es hacer justicia". Mirada enfurruñada y fiera de jovencita rabiosa. Tenía dieciocho años, acababa de llegar a vivir a Madrid y, con el vacío de alma de los cachorros que salen por primera vez solos al mundo, robaba botellas de whisky, solomillos, tomates de los buenos, latas de bonito del norte, un pisto en bote que se parecía al de mi madre. Esa parte, por lo menos, estaba bajo mi control. Recién llegada de la isla en la que me crié, robar discos en El Corte Inglés de Preciados no era ganarle el pulso a la ciudad que tanto me imponía, pero sí tenerle la mano sujeta con firmeza.
En realidad robaba por el mismo impulso por el que, de niños, dábamos la vuelta a ocho manos a la portada del catálogo de juguetes e invadíamos a toda leche la primera página con los dedos sudorosos. ¡Me lo pido! Robar fue y es para mí exactamente eso: el sueño infantil de tener lo que quieres sin que haya que pedirlo ni pagarlo ni nada. ¿Lo quieres? Lo tienes. Reconoce que, solo de pensarlo, te llenas de gozo. Y una vez que empiezas, si sabes los trucos correctos y, sobre todo, si posees el don de la naturalidad, que te hace ser capaz de meterte cinco libros en el bolso paseando lentamente por el pasillo central de la Fnac, frente a los ojos de los seguratas, estás perdido. Es probable que sigas siendo un mangante por los siglos de los siglos. Creo que en ese momento de no retorno conocí a YOMANGO. Si no recuerdo mal, tenían un puesto en El Rastro en el que vendían manuales y bolsos con la cara de Winona Ryder, que la acababan de pillar en el robo que sería el principio del fin de su carrera.
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YOMANGO es un colectivo nacido en Barcelona con raíces en el grupo subversivo SCCPP (Sabotaje Contra el Capital Pasándoselo Pipa). En palabras de su representante Eva Fina Segura (prefiere mantenerse en el anonimato con este elegante seudónimo), el colectivo "lucha por la libre circulación de bienes y contra el capital. Aunque -advierte Eva- las ideas que provocaron el nacimiento de nuestro colectivo llevaban ya tiempo circulando. Si se rebusca un poco, se pueden encontrar antecedentes en los yippies (partido político antiautoritario, pro libertad de expresión y antimilitarista, altamente teatral, establecido en EEUU en 1967) y el libro Steal this book (Roba este libro), recopilado hace ya cuarenta años por el activista Abbie Hoffman". Yo, con mi Libro Rojo en el bolsillo, me sentía una pequeña terrorista fabricando bombas caseras por una causa justa. Fue allí, en esos manuales de robo, donde adquirí los grandes trucos que me harían prosperar en la carrera hacia un hurto más hábil y consciente.
Gracias a esos manuales, supe que los códigos de barras pegados tras los libros no son más que eso, una fila de numeritos, y que no pitan. Dejé de arrancarlos y temerlos, y mi vida cobró otro sentido. Lo único que debes hacer es husmear entre las páginas traseras del libro por si hay alguna tramposa pegatinilla cuadrada con circuito azul metálico en el reverso. Si así es, no hay más que romper una esquina, de manera que el circuito se rompa. Estos consejos me abrieron las puertas a una lectura libre y descontrolada que duró años y años. Y, sobre todo, me iniciaron en el mundo celestial del REGALAR.
Al tercer año de mangante especializada, el alcohol y las latas de atún se transformaron en cosas más rebuscadas que jamás me hubiese comprado con mi propio dinero, como kéfir de leche de cabra, unos dátiles que venían ya envueltos en beicon o castañas en almíbar, que estaban estupendas con el kéfir. Mi corazón de señora de su casa empezaba a madurar, y adoraba hacer grandes cenas mangadas para los colegas. La cantidad de libros robados iba en aumento. Y ahí surgió la inquietud. ¿No desmontaba mi caprichosa conducta los principios que me justificaban y daban fuerza a mis robos? ¿En qué se diferencia la experiencia del mangante concienciado, que tiene un trasfondo activista y anticapitalista, del ultracapitalista "quiero eso y eso y lo de más allá"? Y, lo que a veces era aún más difícil... ¿Cómo hacer frente al amigo moralista que, mientras se zampa tus gambas robadas con tanto amor te dice que robar está fatal?
En un historial de dos-tres robos semanales, solo me pillaron tres veces: una de ellas en el Women´s Secret (por no cuidarme de quitar esos códigos de barras de plástico duro que meten dentro de la etiqueta interna de tela en algunas prendas de ropa, atención a ellos) y las otras dos en El Corte Inglés, porque me vieron por las cámaras de seguridad. En las dos últimas me metieron en el cuartito de seguridad y jugaron a la de humillarme. Incluso me trajeron una solicitud de empleo para rellenar y dejar allí, espetándome: "Ya que no tienes dinero para pagarte la comida, mejor estarías aquí trabajando".
No me importó, no lo viví como una humillación ni pasé vergüenza; teniendo en cuenta que llevaba años y años mangando allí, aquellas compras robadas que tuve que pagar eran algo insignificante. Mi sensación fue que en España robar era una risa, cero complicado, y que, en realidad, nada malo podía pasarte. "En caso de pillada", advierte Eva, "lo importante es la humildad. Si te pillaron... Estás pillado. Intenta siempre ser educado y aguantar el tipo. Nunca te las des de listo, ni les digas lo que pueden o no hacerte. Lo mejor es dar pena. La pillada no deja de ser un juego: tú mangas, y ellos te pillan. El juego del gato y el ratón".
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Sin embargo, sí que conozco algunos casos de gente que ha terminado yendo a juicio por robar un CD y cosas así. Eva advierte: "Tenemos casos de mangantes que supieron llevar la situación y, como en tu caso, no les pasó nada. El caso más raro del que tenemos constancia pasó en Cádiz, donde un joven mangante intentaba liberar una camiseta, los vigilantes lo interceptaron y como tenía claustrofobia (diagnosticada), llamaron a la policía para poder controlarlo. Acto seguido se lo llevaron detenido por desobediencia, ni siquiera por hurto. Fue por un capricho de los señores agentes. En Europa es difícil acabar en la cárcel por haber robado, siempre que lo robado esté por debajo de los 500 euros. A partir de esa cifra, ya es un delito penal. Pero en ningún país europeo está prevista la cárcel para este tipo de situaciones. Eso no quiere decir que no se hayan dado casos complicados y difíciles de manejar".
Es decir, que lo que pueda sucederte una vez pillado, es bastante aleatorio. Según lo que he visto y oído, hay bastante racismo e importancia del aspecto físico en las preciosas cabecitas de los seguratas: si tienes palidez de yonqui, vas un poco pedo o hay algo en tu rostro o tu vestimenta que ellos puedan considerar equívoco, vas jodido. Yo, creo, siempre salí impune por mi cara de mema y mi discurso lloroso sobre la crisis. La VERDADERA CLAVE de todo esto, en realidad, está en una especie de aura de naturalidad que debes fabricarte tú mismo. Lo importante es que las cosas que vas a mangar, una vez que hayan rozado las puntas de tus dedos, sean TUYAS. Que parezca que las has traído de casa, que siempre las llevabas encima, que naciste con ellas puestas.
Olvida la imagen del mangante que recorre pasillos vacíos, mira mil veces a su alrededor con cara de comadreja asustada y esconde la presa rápidamente en su bolso. Lo mejor es pasearse tranquilamente por pasillos centrales, aunque haya cámaras que te apuntan directamente y, con cualquier excusa (coger el móvil, por ejemplo), guardar tus objetos de deseo de manera distraída, sin dejar de caminar y hacer como que escribes un mensaje. O incluso salir con ellas en la mano, que es precisamente lo contrario de lo que los seguratas esperan que hagas. ¿Quién sería tan gilipollas de salir con el objeto robado en la mano? De esta manera, haciendo el gilipollas, se han venido a casa conmigo exprimidores eléctricos de naranjas, un reproductor de DVD y -increíble, pero cierto- dos hula-hops.
Por supuesto, antes de arramblar con todo lo que te apetezca y pasar entre los temidos arcos magnéticos, debes asegurarte de que todo lo que llevas queda adecuadamente "desparasitado". Esto es, que has arrancado, desmagnetizado, cortado y, en definitiva, hecho desaparecer, todo tipo de alarmas, pitas, etiquetas magnéticas y un largo etcétera de dispositivos antirrobo. Los tipos de pita y su modo de desactivarlos los tienes en El libro morado de YOMANGO.
Los arcos magnéticos son la esfinge y tú eres un Edipo desnortado que tiene que pasar su prueba para salvar el pellejo. Si pitas, es muy probable que acabes pasando un ratito tenso en el cuartito de seguridad, aunque mi consejo, por experiencia propia, es que en primera instancia continúes hacia delante como si ese pitido penetrante fuese el hilo musical. Si vas relajado, sin huir y si en ese mismo momento pasa más gente contigo a través de los arcos, es muy probable que paren a otro, o que no le den importancia y dejen pasar a todo el mundo.
Han pasado años ya desde los inicios de mangar consciente, cuando los ladronzuelos principiantes se animaban a ir más allá y forraban el interior de bolsas de papel con una capa de papel de aluminio con el fin de desactivar los pitas. Pero los cerebros no dejan de funcionar. "La técnica que despunta ahora", me cuenta Eva "es la tela de Faraday, una especie de tejido flexible de cobre que no es detectable y que además puede cortarse y coserse. De esta forma, puedes introducir tus presas en el bolso sin necesidad de eliminar pitas y salir tranquilamente sin que los arcos magnéticos suenen".
Tela Faraday. Nuevos inventos para nuevos mangantes. Siento que el mundo del hurto me ha dejado atrás. Ahora vivo en un país en el que robar es impensable (porque aquí sí que la policía y los cuerpos de seguridad son absolutamente imprevisibles y no quiero imaginar cómo se comportarán en el cuartito de seguratas con una extranjera que viene a tocarles los cojones). Sin embargo, siempre hay en algún sitio de la mente de un mangante un palpitar oculto que recuerda el feliz momento en el que se había cumplido la misión y se caminaba por la calle con el bolso repleto de triunfos bien calientes. Cuando veo que el de seguridad mira hacia otro lado, cuando los dependientes se han metido en el almacén y tardan, una culebra se me remueve por dentro y me susurra
¿LO QUIERES? LO TIENES".
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NOTA
Antes de empezar con el copia y pega del siguiente articulo queria comentar que poner aqui como mangar es simplemente para que los vigilantes aprendamos a defender o a valorar mas aquellos aspectos o señales que muchas veces no detectamos para pillar a posibles chorizos.
ARTICULO............
"Los centros comerciales son mierda. Destruyen el pequeño comercio. Robar a esa gente no es robar, es hacer justicia". Mirada enfurruñada y fiera de jovencita rabiosa. Tenía dieciocho años, acababa de llegar a vivir a Madrid y, con el vacío de alma de los cachorros que salen por primera vez solos al mundo, robaba botellas de whisky, solomillos, tomates de los buenos, latas de bonito del norte, un pisto en bote que se parecía al de mi madre. Esa parte, por lo menos, estaba bajo mi control. Recién llegada de la isla en la que me crié, robar discos en El Corte Inglés de Preciados no era ganarle el pulso a la ciudad que tanto me imponía, pero sí tenerle la mano sujeta con firmeza.
En realidad robaba por el mismo impulso por el que, de niños, dábamos la vuelta a ocho manos a la portada del catálogo de juguetes e invadíamos a toda leche la primera página con los dedos sudorosos. ¡Me lo pido! Robar fue y es para mí exactamente eso: el sueño infantil de tener lo que quieres sin que haya que pedirlo ni pagarlo ni nada. ¿Lo quieres? Lo tienes. Reconoce que, solo de pensarlo, te llenas de gozo. Y una vez que empiezas, si sabes los trucos correctos y, sobre todo, si posees el don de la naturalidad, que te hace ser capaz de meterte cinco libros en el bolso paseando lentamente por el pasillo central de la Fnac, frente a los ojos de los seguratas, estás perdido. Es probable que sigas siendo un mangante por los siglos de los siglos. Creo que en ese momento de no retorno conocí a YOMANGO. Si no recuerdo mal, tenían un puesto en El Rastro en el que vendían manuales y bolsos con la cara de Winona Ryder, que la acababan de pillar en el robo que sería el principio del fin de su carrera.
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YOMANGO es un colectivo nacido en Barcelona con raíces en el grupo subversivo SCCPP (Sabotaje Contra el Capital Pasándoselo Pipa). En palabras de su representante Eva Fina Segura (prefiere mantenerse en el anonimato con este elegante seudónimo), el colectivo "lucha por la libre circulación de bienes y contra el capital. Aunque -advierte Eva- las ideas que provocaron el nacimiento de nuestro colectivo llevaban ya tiempo circulando. Si se rebusca un poco, se pueden encontrar antecedentes en los yippies (partido político antiautoritario, pro libertad de expresión y antimilitarista, altamente teatral, establecido en EEUU en 1967) y el libro Steal this book (Roba este libro), recopilado hace ya cuarenta años por el activista Abbie Hoffman". Yo, con mi Libro Rojo en el bolsillo, me sentía una pequeña terrorista fabricando bombas caseras por una causa justa. Fue allí, en esos manuales de robo, donde adquirí los grandes trucos que me harían prosperar en la carrera hacia un hurto más hábil y consciente.
Gracias a esos manuales, supe que los códigos de barras pegados tras los libros no son más que eso, una fila de numeritos, y que no pitan. Dejé de arrancarlos y temerlos, y mi vida cobró otro sentido. Lo único que debes hacer es husmear entre las páginas traseras del libro por si hay alguna tramposa pegatinilla cuadrada con circuito azul metálico en el reverso. Si así es, no hay más que romper una esquina, de manera que el circuito se rompa. Estos consejos me abrieron las puertas a una lectura libre y descontrolada que duró años y años. Y, sobre todo, me iniciaron en el mundo celestial del REGALAR.
Al tercer año de mangante especializada, el alcohol y las latas de atún se transformaron en cosas más rebuscadas que jamás me hubiese comprado con mi propio dinero, como kéfir de leche de cabra, unos dátiles que venían ya envueltos en beicon o castañas en almíbar, que estaban estupendas con el kéfir. Mi corazón de señora de su casa empezaba a madurar, y adoraba hacer grandes cenas mangadas para los colegas. La cantidad de libros robados iba en aumento. Y ahí surgió la inquietud. ¿No desmontaba mi caprichosa conducta los principios que me justificaban y daban fuerza a mis robos? ¿En qué se diferencia la experiencia del mangante concienciado, que tiene un trasfondo activista y anticapitalista, del ultracapitalista "quiero eso y eso y lo de más allá"? Y, lo que a veces era aún más difícil... ¿Cómo hacer frente al amigo moralista que, mientras se zampa tus gambas robadas con tanto amor te dice que robar está fatal?
En un historial de dos-tres robos semanales, solo me pillaron tres veces: una de ellas en el Women´s Secret (por no cuidarme de quitar esos códigos de barras de plástico duro que meten dentro de la etiqueta interna de tela en algunas prendas de ropa, atención a ellos) y las otras dos en El Corte Inglés, porque me vieron por las cámaras de seguridad. En las dos últimas me metieron en el cuartito de seguridad y jugaron a la de humillarme. Incluso me trajeron una solicitud de empleo para rellenar y dejar allí, espetándome: "Ya que no tienes dinero para pagarte la comida, mejor estarías aquí trabajando".
No me importó, no lo viví como una humillación ni pasé vergüenza; teniendo en cuenta que llevaba años y años mangando allí, aquellas compras robadas que tuve que pagar eran algo insignificante. Mi sensación fue que en España robar era una risa, cero complicado, y que, en realidad, nada malo podía pasarte. "En caso de pillada", advierte Eva, "lo importante es la humildad. Si te pillaron... Estás pillado. Intenta siempre ser educado y aguantar el tipo. Nunca te las des de listo, ni les digas lo que pueden o no hacerte. Lo mejor es dar pena. La pillada no deja de ser un juego: tú mangas, y ellos te pillan. El juego del gato y el ratón".
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Sin embargo, sí que conozco algunos casos de gente que ha terminado yendo a juicio por robar un CD y cosas así. Eva advierte: "Tenemos casos de mangantes que supieron llevar la situación y, como en tu caso, no les pasó nada. El caso más raro del que tenemos constancia pasó en Cádiz, donde un joven mangante intentaba liberar una camiseta, los vigilantes lo interceptaron y como tenía claustrofobia (diagnosticada), llamaron a la policía para poder controlarlo. Acto seguido se lo llevaron detenido por desobediencia, ni siquiera por hurto. Fue por un capricho de los señores agentes. En Europa es difícil acabar en la cárcel por haber robado, siempre que lo robado esté por debajo de los 500 euros. A partir de esa cifra, ya es un delito penal. Pero en ningún país europeo está prevista la cárcel para este tipo de situaciones. Eso no quiere decir que no se hayan dado casos complicados y difíciles de manejar".
Es decir, que lo que pueda sucederte una vez pillado, es bastante aleatorio. Según lo que he visto y oído, hay bastante racismo e importancia del aspecto físico en las preciosas cabecitas de los seguratas: si tienes palidez de yonqui, vas un poco pedo o hay algo en tu rostro o tu vestimenta que ellos puedan considerar equívoco, vas jodido. Yo, creo, siempre salí impune por mi cara de mema y mi discurso lloroso sobre la crisis. La VERDADERA CLAVE de todo esto, en realidad, está en una especie de aura de naturalidad que debes fabricarte tú mismo. Lo importante es que las cosas que vas a mangar, una vez que hayan rozado las puntas de tus dedos, sean TUYAS. Que parezca que las has traído de casa, que siempre las llevabas encima, que naciste con ellas puestas.
Olvida la imagen del mangante que recorre pasillos vacíos, mira mil veces a su alrededor con cara de comadreja asustada y esconde la presa rápidamente en su bolso. Lo mejor es pasearse tranquilamente por pasillos centrales, aunque haya cámaras que te apuntan directamente y, con cualquier excusa (coger el móvil, por ejemplo), guardar tus objetos de deseo de manera distraída, sin dejar de caminar y hacer como que escribes un mensaje. O incluso salir con ellas en la mano, que es precisamente lo contrario de lo que los seguratas esperan que hagas. ¿Quién sería tan gilipollas de salir con el objeto robado en la mano? De esta manera, haciendo el gilipollas, se han venido a casa conmigo exprimidores eléctricos de naranjas, un reproductor de DVD y -increíble, pero cierto- dos hula-hops.
Por supuesto, antes de arramblar con todo lo que te apetezca y pasar entre los temidos arcos magnéticos, debes asegurarte de que todo lo que llevas queda adecuadamente "desparasitado". Esto es, que has arrancado, desmagnetizado, cortado y, en definitiva, hecho desaparecer, todo tipo de alarmas, pitas, etiquetas magnéticas y un largo etcétera de dispositivos antirrobo. Los tipos de pita y su modo de desactivarlos los tienes en El libro morado de YOMANGO.
Los arcos magnéticos son la esfinge y tú eres un Edipo desnortado que tiene que pasar su prueba para salvar el pellejo. Si pitas, es muy probable que acabes pasando un ratito tenso en el cuartito de seguridad, aunque mi consejo, por experiencia propia, es que en primera instancia continúes hacia delante como si ese pitido penetrante fuese el hilo musical. Si vas relajado, sin huir y si en ese mismo momento pasa más gente contigo a través de los arcos, es muy probable que paren a otro, o que no le den importancia y dejen pasar a todo el mundo.
Han pasado años ya desde los inicios de mangar consciente, cuando los ladronzuelos principiantes se animaban a ir más allá y forraban el interior de bolsas de papel con una capa de papel de aluminio con el fin de desactivar los pitas. Pero los cerebros no dejan de funcionar. "La técnica que despunta ahora", me cuenta Eva "es la tela de Faraday, una especie de tejido flexible de cobre que no es detectable y que además puede cortarse y coserse. De esta forma, puedes introducir tus presas en el bolso sin necesidad de eliminar pitas y salir tranquilamente sin que los arcos magnéticos suenen".
Tela Faraday. Nuevos inventos para nuevos mangantes. Siento que el mundo del hurto me ha dejado atrás. Ahora vivo en un país en el que robar es impensable (porque aquí sí que la policía y los cuerpos de seguridad son absolutamente imprevisibles y no quiero imaginar cómo se comportarán en el cuartito de seguratas con una extranjera que viene a tocarles los cojones). Sin embargo, siempre hay en algún sitio de la mente de un mangante un palpitar oculto que recuerda el feliz momento en el que se había cumplido la misión y se caminaba por la calle con el bolso repleto de triunfos bien calientes. Cuando veo que el de seguridad mira hacia otro lado, cuando los dependientes se han metido en el almacén y tardan, una culebra se me remueve por dentro y me susurra
¿LO QUIERES? LO TIENES".
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- josepmartiAdministradorPremio por estar tantos años con nosotrosPremia la antiguedad en el foro
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Re: Para los vigilantes que trabajamos en Supermercados Los 10 trucos del ladrón del «súper»
Dom 24 Abr 2016, 18:36
Lo que no sabe este o esta del articulo en la ultima parrafada subrayada por mi , es que muchas veces el vigilante miramos para otro lado expresamente a ver si pica y se decide a chorizar el sospechoso y cazarlo asi mas deprisa en linea de cajas.
Aunque yo soy partidario que en un super de estos grandes deberiamos estar dos vigilantes con walkies combinando lugares y posiciones para ver si entre dos se pilla mas chorizo que de esto abunda que no veas ultimamente.
Saludos
Aunque yo soy partidario que en un super de estos grandes deberiamos estar dos vigilantes con walkies combinando lugares y posiciones para ver si entre dos se pilla mas chorizo que de esto abunda que no veas ultimamente.
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- gilgameshMaster Nivel 5Premio por estar tantos años con nosotrosPremia la antiguedad en el foro
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Edad : 54
Re: Para los vigilantes que trabajamos en Supermercados Los 10 trucos del ladrón del «súper»
Dom 24 Abr 2016, 20:47
Muy ilustrativo el artículo.
Pero mi experiencia en centros comerciales es que al cliente ( la cadena de comercio) le importa soberanamente un pito que les roben, y que estás "haciendo bulto" para que ellos paguen menos de seguro.
La prueba la tengo en las continuas contradicciones de las operativas de seguridad en las líneas de cajas, y en las actitudes del propio cliente, a menudo más interesado en que sonrias al usuario, que trinques al chorizo.
En cuanto al tipo delincuencial, se vigila más a los inmigrantes, determinadas etnias y determinados aspectos ( tribus urbanas) que al que te la va a colar, que es el tipo de mediana edad que se pone violento en plena línea de cajas cuando el arco pita, con sus hijos y su mujer delante, y termina en juicios irrisorios que colapsan la justicia a menudo, por objetos de un euro y poco. Recuerdo un abuelete que parecía medio lelo y se hacía el tontito y cada dia se llevaba 20 euros en material de escritorio. Oye, y siempre se meaba de camino al cuatro de intervenciones ( cuando había, no en todos los centros hay) y se emperraba en ir al baño a tirar lo robado. era capaz de hacérselo encima, dia tras dia. y siempre a la misma hora.
Creo que el principal problema de los robos al cliente, es el propio cliente, que está mas pendiente de si el vigilante se ha afeitado o si descansa más de cinco minutos cada tres horas, que de lo que le sale por el queso gruyere de puertas que tiene en sus centros.
Pero mi experiencia en centros comerciales es que al cliente ( la cadena de comercio) le importa soberanamente un pito que les roben, y que estás "haciendo bulto" para que ellos paguen menos de seguro.
La prueba la tengo en las continuas contradicciones de las operativas de seguridad en las líneas de cajas, y en las actitudes del propio cliente, a menudo más interesado en que sonrias al usuario, que trinques al chorizo.
En cuanto al tipo delincuencial, se vigila más a los inmigrantes, determinadas etnias y determinados aspectos ( tribus urbanas) que al que te la va a colar, que es el tipo de mediana edad que se pone violento en plena línea de cajas cuando el arco pita, con sus hijos y su mujer delante, y termina en juicios irrisorios que colapsan la justicia a menudo, por objetos de un euro y poco. Recuerdo un abuelete que parecía medio lelo y se hacía el tontito y cada dia se llevaba 20 euros en material de escritorio. Oye, y siempre se meaba de camino al cuatro de intervenciones ( cuando había, no en todos los centros hay) y se emperraba en ir al baño a tirar lo robado. era capaz de hacérselo encima, dia tras dia. y siempre a la misma hora.
Creo que el principal problema de los robos al cliente, es el propio cliente, que está mas pendiente de si el vigilante se ha afeitado o si descansa más de cinco minutos cada tres horas, que de lo que le sale por el queso gruyere de puertas que tiene en sus centros.
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