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Verdades ( Dolorosas ) como puños
Miér 19 Ago 2015, 10:03
Fui ayer a hacer una gestión en Barcelona, a hacer cola detrás de un muestrario de todas las etnias y razas habidas y por haber en el planeta. Ahí sigue, desde hace meses, un cartel pidiendo solidaridad con los somalíes amenazados por la hambruna que asola periódicamente el Cuerno de África.
La foto que nos invita a aligerarnos los bolsillos de nuestras últimas monedas para esta noble causa no puede ser más contraria al objetivo buscado: unos bultos oscuros, cubiertos de la cabeza a los pies con unos trapajos de color indefinido, que mi conocimiento de las especies vivas identifica como mujeres adultas de la etnia somalí y unos retoños comidos de moscas. En una palabra: África. La mirada se aparta con asco y reprobación.
Esto en un país con 5 millones largos de parados, la pobreza extendiéndose como una mancha de aceite y la miseria llamando a las puertas de nuestra casa. Este es un país de Quijotes. ¿He oído gilipollas? Se acepta la corrección.
Bien es cierto, que debido precisamente a la crisis que se prolonga en España y el estado de necesidad y penuria en que han caido muchos españoles, esta campaña “contra la emergencia alimentaria en Somalia” no ha tenido ni la repercusión mediática que hubiera tenido en otras circunstancias más prósperas, ni la respuesta en clave solidaria que sin duda esperaban los organizadores de esta operación. Pero la voracidad de las ONGs no repara en esa clase de consideraciones, lo que cuenta es explotar estas “crisis humanitarias” para reflotar sus arcas con el cuento de llenarle el estómago a los negritos. Si pueden rebañar unos euros, buenos son.
Hay que ser claro y hablar sin tapujos ni mojigaterías: estamos ya más que hartos de todo este tinglado. Nos toman por el pito de un sereno. Somos los europeos los malos malísismos de la película, la hez del mundo, el cáncer de la humanidad, pero siempre somos nosotros los que hemos de salvarle el cuello a todos los demás pueblos de la tierra, incapaces de salir adelante sin que estemos perpetuamente asistiéndolos como a eternos menores de edad.
Voy a ser directo: no hay que dar nunca nada a esta gente. Nunca nada. Si queremos dar algo a alguien, tenemos con toda seguridad a nuestro alrededor a compatriotas con necesidades básicas que atender. Están ahí, a la vuelta de la esquina, tal vez en el mismo bloque que cualquiera de nosotros. Hay pobreza y hasta miseria muy cerca de nosotros, a veces en nuestra propia familia y no queremos verla, para no tener que hacer algo.
No debemos darles de comer a los hijos de los extraños cuando los nuestros pasan hambre. Hay que hacer oidos sordos a los profesionales de la generosidad, a los maestros de la solidaridad, una manga de espabilados y zánganos que viven demasiado bien a costa de la credulidad y la tontería de muchos. Hace apenas un par de semanas, la prensa nos traía la enésima versión de una noticia que ya es un clásico: en este caso era el juicio a los directivos de una conocida y muy mediatizada ONG contra la lepra, por embolsarse el dinero de los donantes, reblandecidos por la exibición de las llagas a toda pantalla de sus supuestos favorecidos.
No hagamos caso de esas fotos que rompen el corazón, de esas caras llenas de mocos, de esas miradas tan lastimeras, de esos mullones tan rojos, de esas costras tan gruesas… Guardemos nuestro dinero y nuestra compasión para los que la necesitan entre los nuestros. Es la manera más segura y eficaz de no engordar a esos farsantes que trafican con las miserias del mundo y la credulidad de los paganos.
Nos están metiendo la mano en el bolsillo continuamente, de una manera u otra, ya sea de forma indirecta con el dinero del erario público que los gobiernos de España, del color que sea, distribuyen tan alegremente por el mundo, o por las colectas directas de las ONGs llevan a cabo por distintos medios. Hay que acabar con este síndrome de Papá Noel.
Ahora es el caso de Somalia. Al parecer el país sufre de nuevo una hambruna. Los medios televisivos nos han ofrecido algunas imágenes penosas de la situación acompañadas de comentarios chorreando buenos sentimientos y cargados de reproches culpabilizadores. Como si nosotros los europeos tuviésemos la menor responsabilidad en esa historia que tiene dos culpables claramente identificados:
– Una guerra tribal inacabable entre clanes y facciones rivales. Unos salvajes que no saben vivir de otra manera.
– Una sobrepoblación que ha destruido el equilibrio ecológico regional. ¿Cómo podría ser de otra manera cuando los somalíes tienen una tasa de natalidad bruta del 48 % y un índice de fecundidad por mujer que alcanza los 6,7 hijos?
Lo de la tasa de natalidad bruta quiere decir exactamente esto: que al año por cada mil habitantes en un población concreta (en un país) hay 48 nuevos nacimientos vivos. En el caso de Somalia eso significa concretamente que se producen en ese país unos 480.000 nacimientos al año, ya que la población total es aproximadamente de 10 000 000. (TNB: 48%, o sea 48 por cada 1000. Una simple regla de tres: 10 000 000 dividido por 1000 multipllicado por 48 = 480 000).
En Somalia, un país donde no crecen ni los cardos, con una guerra crónica desde hace décadas, con un sistema sanitario inexistente y en medio de una hambruna, nacen más niños que en España, que tiene una tasa de natalidad bruta del 10,66% (460 000 nacimientos al año).
(Otros ejemplos: Alemania: 8,25%, Japón: 9,37%, China : 13,25%, Francia : 13,11%, Estados Unidos: 14,14%, Pakistán: 29,74%, Niger : 50,73%. Datos de Wikipedia).
Recapitulemos: España con una población de unos 46 000 000 de habitantes tiene 460 000 nacimientos al año. Somalia, con una población de unos 10 000 000 tiene 480 000 nacimientos al año. Si sumamos a esto los demás datos señalados, ¿tenemos que extrañarnos de que estén como están? Y sobre todo, ¿tenemos los europeos en general y los españoles en particular que apadrinarlos eternamente? ¿Debemos darle de comer para que puedan hacer la guerra con la tripa llena y eructando lo que se han embuchado gracias a nosotros? ¿Por qué no les ayudan sus hermanos en Mahoma de los emiratos del Golfo o de Arabia Saudí? Por otra parte veo que no les falta dinero para gastar en armamento ¿Para qué queremos salvar vidas en Somalia? ¿Para que después vengan a Europa a parasitarnos?
Hagamóslo breve: que les den morcilla a los somalíes. Quiero ser sincero y directo: antes de dar la más pequeña cáscara de pan mohoso al más esquelético de los niños somalíes quiero que mis hijos tengan una casa con piscina, amueblada a todo trapo, un buen coche en el garaje y 2000 euros para gastar al mes cada uno. Mientras no tengan eso, los somalíes pueden joderse. ¿Por qué este egoismo? Porque los descendientes de los que han inventado la electricidad, los coches, los aviones, el agua por los grifos, los ascensores, las medicinas, los frigoríficos y las sardinas en escabeche merecen vivir decentemente.
Nuestros ancestros europeos no se han dado tanto trabajo para que sus descendientes sean mendigos por tener que compartir los merecidos frutos de su civilización con los inútiles retoños de los pueblos que nunca hicieron nada salvo rascarse la barriga tendidos al sol. Somos los hijos de todas esas generaciones que han trabajado, luchado, sufrido, inventado, creado, mientras tanto otros tocaban el tam tam, comían larvas y esperaban a que lloviese. Esto sin duda era más descansado que lo que hacían nuestros antepasados, pero claro, ahora los descendientes de esos pueblos “naturales” comen piedras. Ley de vida. Que revienten.
Gerard Bellalta i Germán
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La foto que nos invita a aligerarnos los bolsillos de nuestras últimas monedas para esta noble causa no puede ser más contraria al objetivo buscado: unos bultos oscuros, cubiertos de la cabeza a los pies con unos trapajos de color indefinido, que mi conocimiento de las especies vivas identifica como mujeres adultas de la etnia somalí y unos retoños comidos de moscas. En una palabra: África. La mirada se aparta con asco y reprobación.
Esto en un país con 5 millones largos de parados, la pobreza extendiéndose como una mancha de aceite y la miseria llamando a las puertas de nuestra casa. Este es un país de Quijotes. ¿He oído gilipollas? Se acepta la corrección.
Bien es cierto, que debido precisamente a la crisis que se prolonga en España y el estado de necesidad y penuria en que han caido muchos españoles, esta campaña “contra la emergencia alimentaria en Somalia” no ha tenido ni la repercusión mediática que hubiera tenido en otras circunstancias más prósperas, ni la respuesta en clave solidaria que sin duda esperaban los organizadores de esta operación. Pero la voracidad de las ONGs no repara en esa clase de consideraciones, lo que cuenta es explotar estas “crisis humanitarias” para reflotar sus arcas con el cuento de llenarle el estómago a los negritos. Si pueden rebañar unos euros, buenos son.
Hay que ser claro y hablar sin tapujos ni mojigaterías: estamos ya más que hartos de todo este tinglado. Nos toman por el pito de un sereno. Somos los europeos los malos malísismos de la película, la hez del mundo, el cáncer de la humanidad, pero siempre somos nosotros los que hemos de salvarle el cuello a todos los demás pueblos de la tierra, incapaces de salir adelante sin que estemos perpetuamente asistiéndolos como a eternos menores de edad.
Voy a ser directo: no hay que dar nunca nada a esta gente. Nunca nada. Si queremos dar algo a alguien, tenemos con toda seguridad a nuestro alrededor a compatriotas con necesidades básicas que atender. Están ahí, a la vuelta de la esquina, tal vez en el mismo bloque que cualquiera de nosotros. Hay pobreza y hasta miseria muy cerca de nosotros, a veces en nuestra propia familia y no queremos verla, para no tener que hacer algo.
No debemos darles de comer a los hijos de los extraños cuando los nuestros pasan hambre. Hay que hacer oidos sordos a los profesionales de la generosidad, a los maestros de la solidaridad, una manga de espabilados y zánganos que viven demasiado bien a costa de la credulidad y la tontería de muchos. Hace apenas un par de semanas, la prensa nos traía la enésima versión de una noticia que ya es un clásico: en este caso era el juicio a los directivos de una conocida y muy mediatizada ONG contra la lepra, por embolsarse el dinero de los donantes, reblandecidos por la exibición de las llagas a toda pantalla de sus supuestos favorecidos.
No hagamos caso de esas fotos que rompen el corazón, de esas caras llenas de mocos, de esas miradas tan lastimeras, de esos mullones tan rojos, de esas costras tan gruesas… Guardemos nuestro dinero y nuestra compasión para los que la necesitan entre los nuestros. Es la manera más segura y eficaz de no engordar a esos farsantes que trafican con las miserias del mundo y la credulidad de los paganos.
Nos están metiendo la mano en el bolsillo continuamente, de una manera u otra, ya sea de forma indirecta con el dinero del erario público que los gobiernos de España, del color que sea, distribuyen tan alegremente por el mundo, o por las colectas directas de las ONGs llevan a cabo por distintos medios. Hay que acabar con este síndrome de Papá Noel.
Ahora es el caso de Somalia. Al parecer el país sufre de nuevo una hambruna. Los medios televisivos nos han ofrecido algunas imágenes penosas de la situación acompañadas de comentarios chorreando buenos sentimientos y cargados de reproches culpabilizadores. Como si nosotros los europeos tuviésemos la menor responsabilidad en esa historia que tiene dos culpables claramente identificados:
– Una guerra tribal inacabable entre clanes y facciones rivales. Unos salvajes que no saben vivir de otra manera.
– Una sobrepoblación que ha destruido el equilibrio ecológico regional. ¿Cómo podría ser de otra manera cuando los somalíes tienen una tasa de natalidad bruta del 48 % y un índice de fecundidad por mujer que alcanza los 6,7 hijos?
Lo de la tasa de natalidad bruta quiere decir exactamente esto: que al año por cada mil habitantes en un población concreta (en un país) hay 48 nuevos nacimientos vivos. En el caso de Somalia eso significa concretamente que se producen en ese país unos 480.000 nacimientos al año, ya que la población total es aproximadamente de 10 000 000. (TNB: 48%, o sea 48 por cada 1000. Una simple regla de tres: 10 000 000 dividido por 1000 multipllicado por 48 = 480 000).
En Somalia, un país donde no crecen ni los cardos, con una guerra crónica desde hace décadas, con un sistema sanitario inexistente y en medio de una hambruna, nacen más niños que en España, que tiene una tasa de natalidad bruta del 10,66% (460 000 nacimientos al año).
(Otros ejemplos: Alemania: 8,25%, Japón: 9,37%, China : 13,25%, Francia : 13,11%, Estados Unidos: 14,14%, Pakistán: 29,74%, Niger : 50,73%. Datos de Wikipedia).
Recapitulemos: España con una población de unos 46 000 000 de habitantes tiene 460 000 nacimientos al año. Somalia, con una población de unos 10 000 000 tiene 480 000 nacimientos al año. Si sumamos a esto los demás datos señalados, ¿tenemos que extrañarnos de que estén como están? Y sobre todo, ¿tenemos los europeos en general y los españoles en particular que apadrinarlos eternamente? ¿Debemos darle de comer para que puedan hacer la guerra con la tripa llena y eructando lo que se han embuchado gracias a nosotros? ¿Por qué no les ayudan sus hermanos en Mahoma de los emiratos del Golfo o de Arabia Saudí? Por otra parte veo que no les falta dinero para gastar en armamento ¿Para qué queremos salvar vidas en Somalia? ¿Para que después vengan a Europa a parasitarnos?
Hagamóslo breve: que les den morcilla a los somalíes. Quiero ser sincero y directo: antes de dar la más pequeña cáscara de pan mohoso al más esquelético de los niños somalíes quiero que mis hijos tengan una casa con piscina, amueblada a todo trapo, un buen coche en el garaje y 2000 euros para gastar al mes cada uno. Mientras no tengan eso, los somalíes pueden joderse. ¿Por qué este egoismo? Porque los descendientes de los que han inventado la electricidad, los coches, los aviones, el agua por los grifos, los ascensores, las medicinas, los frigoríficos y las sardinas en escabeche merecen vivir decentemente.
Nuestros ancestros europeos no se han dado tanto trabajo para que sus descendientes sean mendigos por tener que compartir los merecidos frutos de su civilización con los inútiles retoños de los pueblos que nunca hicieron nada salvo rascarse la barriga tendidos al sol. Somos los hijos de todas esas generaciones que han trabajado, luchado, sufrido, inventado, creado, mientras tanto otros tocaban el tam tam, comían larvas y esperaban a que lloviese. Esto sin duda era más descansado que lo que hacían nuestros antepasados, pero claro, ahora los descendientes de esos pueblos “naturales” comen piedras. Ley de vida. Que revienten.
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Re: Verdades ( Dolorosas ) como puños
Miér 19 Ago 2015, 10:05
Al tipo que escribió esto , lo pondrán de mil colores ( Y seguramente a mi tambien por poner este articulo ) pero es que ya esta bien .
Es hora de decir las cosas como son .
Saludos
Es hora de decir las cosas como son .
Saludos
- josepmartiAdministradorPremio por estar tantos años con nosotrosPremia la antiguedad en el foro
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Fecha de inscripción : 08/01/2014
Localización : Tarragona
Re: Verdades ( Dolorosas ) como puños
Miér 19 Ago 2015, 10:37
Totalmente de acuerdo, basta de hipocresía, cada uno que se arrasque como pueda, mi abuelo vino de andalucia de joven a hacer puentes y trabajar como un esclavo, en el campo, en las canteras y tuvo ahorros para comprar una casa y tierras y trabajo todos los días de sol a sol hasta que se jubilo y al poco tiempo murió y no pudo apenas disfrutar de su jubilacion ganada a pulso, y esta gente sin aportar nada a este país ya quieren exigir ayudas sin apenas trabajar ,que quieren comerse la jubilacion que mi abuelo y el de muchos no pudieron disfrutar porque trabajaron como bestias en su juventud y el resto de su vida? , en cambio estos africanos solo luchar por un poder y un dios. Venga ya que se espabilen, que aquí no podemos arreglar el mundo después de como se esta quedando nuestro país.
saludos
saludos
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