- palopiedraExperto Nivel 6Premio por estar tantos años con nosotrosPremia la antiguedad en el foro
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Lo nuevo de S.King
Jue 11 Dic 2014, 05:47
Sigue siendo el Rey. El puñetero 'king' de lo letrero. Rey de reyes. King of kings. Y por eso nos sumamos a la petición que Santiago Roncagliolo elevó hace poco a las autoridades suecas. Que sí. Que ya va siendo horas, señoritingas y señoritingos amigos y residentes en Estocolmo, que empezamos a estar hartos de ver el careto de pena que se le queda cada año al bueno de Murakami y por eso es obligado que, en una de estas, aunque sólo sea por joder un poco, le concedan el premiaco mayor de las letras mundiales a Stephen King.
Aunque sólo sea por la cantidad de lectores que el tipo ha traído al mundo. Aunque tengan que repartirlo entre él y esa caterva de 'negros' que, al parecer, y según las malas lenguas, tiene currelando a jornada chinesca en lo más profundo de su trastero.
Aunque sólo sea por llevar la contraria un poco.
King. Stephen King. Se harta Stephen King de soltar sustos al personal, en esa especie de Halloween ininterrumpido donde vive (y, o, escribe) y se pasa al 'noir' para dejar claro al personal que los suyos, ya puestos, pueden ser 'thrillers' de lo más apañaditos. Ya puestos, habrá pensado el prolífico juntaletras nacido en Portland, Maine, EE.UU., hace la friolera de 67 años. ¿Por qué no cambiar de género? "¡Joder, si para contar algo mucho mejor que esos suecos del diablo me basto y me sobro!". Y tanto que se ha sobrado, el Rey.
Que ya quisieran muchos listillos facturar una novela 'negropolicial' como este 'Mr. Mercedes' que hoy nos ocupa y que ha publicado, de lo más correctamente, la gente de Plaza & Janés. ¡Y atención, listillos, antes de empezar a escuchar quejas quiero que quede muy claro que, lo que es para esta doña, señora bastante curtida en el género, lo que hace King en Terror son 'best-sellers' de culto, que no de (o para) incultos, esos que tanto se llevan ahora!
El género 'King'
Empieza bien, el viejo King, recordando a James M. Cain antes de arrancar lo suyo. "Hacia el mediodía me arrojaron del camión de heno...". Ahí queda ese comienzo de novela, la de Cain, la de su novelaza 'El cartero siempre llama dos veces', que King se encarga de recordarnos antes de meterse en harina con lo suyo. Vale que King no es Cain. Pero, ¿qué coño? King no necesita ser Cain para facturar, con eficacia al cien por cien y un chorrazo de decencia, una novela negra que se lee de un tirón y cuya historia (¡lo cual se agradece!) trata de no pisar campos de patatas mil y una veces trillados.
Stephen King escribe buena novela negra. Lo cual no debería sorprender a nadie, puesto que eso, en realidad, es lo que lleva haciendo desde siempre. Convirtiendo los géneros en un único género denominado 'king'. Negro, verde, rojo, amarillo, naranja... El color da igual. Lo que está claro es que King, haga lo que haga, funciona.
Tampoco es que se salga mucho de lo que venía haciendo antes de este cambio de chaqueta letrera, la verdad. Aparece un 'psychokiller', cosa que en el maestro del terror viene a ser como decir que en las novelas de Javier Cercas el protagonista es un señor con bigote y DNI. Y al psicópata de King, un tal Brady Hartsfield, le encantan los coches alemanes, al parecer. Por eso atropella al personal al volante de un mercedes. Y hay un pasma retirado, un tal Bill Hodges, que se ve obligado a dejar a un lado el traje de jubilata para lanzarse de nuevo al cuello de este loco del volante. Y la novela está plagada de guiños a la vastísima obra de King, y a las teleseries más molonas del otro lado del charco, y a la maldita crisis que nos aprieta a todos el gaznate, y a un montón de detalles repletos de actualidad palpitante que hacen que la novela se lea de un tirón (¡para eso es un 'crack', el bueno de King!).
Poco más que añadir al respecto. Que decide el señor King instalarse a vivir durante unos años en lo 'noir', pues bienvenido será. Que opta por regresar a sus terroríficas pesadillas, pues adelante. Andamos ya todos un poco mayores, y cansados, y la verdad es que no vamos a prejuzgar a estas alturas del partido al máximo goleador por haberse cansado de escribir lo mismo. King, Stephen King, es una apuesta segura. Aunque le dé por los sonetos con estrambote. Os dejo con los primeros párrafos de un libro que, como todos los suyos, viene muy bien para regalar en estas fechas tan señaladas. Pues eso. Que por Reyes... ¡otro King!
Mr. Mercedes
Augie Odenkirk tenía un Datsun de 1997 que aún funcionaba bien pese a sus muchos kilómetros, pero el combustible salía caro, sobre todo para un hombre sin trabajo, y el Centro Cívico estaba en la otra punta de la ciudad; decidió, pues, tomar el último autobús del día. A las once y veinte de la noche se apeó con la mochila a la espalda y el saco de dormir enrollado bajo el brazo. Pensó que a eso de las tres de la madrugada agradecería ese saco de plumón. Era una noche fría y neblinosa.
-Buena suerte, amigo -dijo el conductor cuando Augie se bajó del autobús-. Deberías conseguir algo solo por ser el primero.
Pero en realidad no lo era. Cuando Augie llegó a lo alto del empinado y ancho acceso al gran auditorio, vio que frente a las puertas aguardaban ya más de veinte personas, algunas de pie, en su mayoría sentadas. Una cinta amarilla con el rótulo PROHIBIDO EL PASO, sostenida por postes, formaba un pasillo zigzagueante a modo de laberinto. Augie había visto ya antes ese dispositivo en cines, así como en el banco donde ahora estaba en números rojos, y comprendía su finalidad: apelotonar al mayor número de gente posible en el menor espacio posible. Cuando se acercó al extremo de lo que pronto sería una fila interminable de aspirantes a un empleo, Augie vio con estupefacción y desaliento que la última era una mujer con un niño dormido en una mochila portabebés. La criatura tenía las mejillas encarnadas por el frío y un leve resuello acompañaba cada una de sus espiraciones.
La mujer oyó aproximarse a Augie, un poco falto de aliento, y se volvió. Era joven, y tirando a guapa pese a las acusadas ojeras. Tenía a sus pies una pequeña bolsa acolchada. Augie supuso que guardaba ahí las cosas del bebé.
-Hola -saludó ella-. Bienvenido al club de los madrugadores.
-A quien madruga Dios lo ayuda. -Tras una breve vacilación, Augie se decidió a presentarse porque, al fin y al cabo, qué más daba, y le tendió la mano-. August Odenkirk. Augie. Me reestructuraron hace poco. Así lo llaman en el siglo XXI cuando te ponen de patitas en la calle.
La mujer le estrechó la mano. Tenía un apretón más que aceptable, firme y nada tímido.
-Soy Janice Cray, y este angelito es Patti. A mí también me reestructuraron, digamos. Era empleada doméstica de una familia de Sugar Heights, todos muy simpáticos. Él... en fin, tiene un concesionario de coches. Augie hizo una mueca. Janice movió la cabeza en un gesto de asentimiento.
-Eso pienso yo. Dijo que sentía dejarme marchar, pero tenían que apretarse el cinturón.
-Pasa mucho hoy día -comentó Augie, preguntándose: ¿Es que no tienes a nadie con quien dejar a la niña? ¿Nadie en absoluto?
-No me ha quedado más remedio que traerla.
Augie supuso que Janice Cray no necesitaba ser adivina para leerle el pensamiento.
-No tengo a nadie -añadió ella-. Nadie literalmente.
Una chica de mi calle no podía quedarse hoy toda la noche... ni aunque hubiera podido pagarle, y no puedo. Si no consigo trabajo, no sé qué vamos a hacer.
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Aunque sólo sea por la cantidad de lectores que el tipo ha traído al mundo. Aunque tengan que repartirlo entre él y esa caterva de 'negros' que, al parecer, y según las malas lenguas, tiene currelando a jornada chinesca en lo más profundo de su trastero.
Aunque sólo sea por llevar la contraria un poco.
King. Stephen King. Se harta Stephen King de soltar sustos al personal, en esa especie de Halloween ininterrumpido donde vive (y, o, escribe) y se pasa al 'noir' para dejar claro al personal que los suyos, ya puestos, pueden ser 'thrillers' de lo más apañaditos. Ya puestos, habrá pensado el prolífico juntaletras nacido en Portland, Maine, EE.UU., hace la friolera de 67 años. ¿Por qué no cambiar de género? "¡Joder, si para contar algo mucho mejor que esos suecos del diablo me basto y me sobro!". Y tanto que se ha sobrado, el Rey.
Que ya quisieran muchos listillos facturar una novela 'negropolicial' como este 'Mr. Mercedes' que hoy nos ocupa y que ha publicado, de lo más correctamente, la gente de Plaza & Janés. ¡Y atención, listillos, antes de empezar a escuchar quejas quiero que quede muy claro que, lo que es para esta doña, señora bastante curtida en el género, lo que hace King en Terror son 'best-sellers' de culto, que no de (o para) incultos, esos que tanto se llevan ahora!
El género 'King'
Empieza bien, el viejo King, recordando a James M. Cain antes de arrancar lo suyo. "Hacia el mediodía me arrojaron del camión de heno...". Ahí queda ese comienzo de novela, la de Cain, la de su novelaza 'El cartero siempre llama dos veces', que King se encarga de recordarnos antes de meterse en harina con lo suyo. Vale que King no es Cain. Pero, ¿qué coño? King no necesita ser Cain para facturar, con eficacia al cien por cien y un chorrazo de decencia, una novela negra que se lee de un tirón y cuya historia (¡lo cual se agradece!) trata de no pisar campos de patatas mil y una veces trillados.
Stephen King escribe buena novela negra. Lo cual no debería sorprender a nadie, puesto que eso, en realidad, es lo que lleva haciendo desde siempre. Convirtiendo los géneros en un único género denominado 'king'. Negro, verde, rojo, amarillo, naranja... El color da igual. Lo que está claro es que King, haga lo que haga, funciona.
Tampoco es que se salga mucho de lo que venía haciendo antes de este cambio de chaqueta letrera, la verdad. Aparece un 'psychokiller', cosa que en el maestro del terror viene a ser como decir que en las novelas de Javier Cercas el protagonista es un señor con bigote y DNI. Y al psicópata de King, un tal Brady Hartsfield, le encantan los coches alemanes, al parecer. Por eso atropella al personal al volante de un mercedes. Y hay un pasma retirado, un tal Bill Hodges, que se ve obligado a dejar a un lado el traje de jubilata para lanzarse de nuevo al cuello de este loco del volante. Y la novela está plagada de guiños a la vastísima obra de King, y a las teleseries más molonas del otro lado del charco, y a la maldita crisis que nos aprieta a todos el gaznate, y a un montón de detalles repletos de actualidad palpitante que hacen que la novela se lea de un tirón (¡para eso es un 'crack', el bueno de King!).
Poco más que añadir al respecto. Que decide el señor King instalarse a vivir durante unos años en lo 'noir', pues bienvenido será. Que opta por regresar a sus terroríficas pesadillas, pues adelante. Andamos ya todos un poco mayores, y cansados, y la verdad es que no vamos a prejuzgar a estas alturas del partido al máximo goleador por haberse cansado de escribir lo mismo. King, Stephen King, es una apuesta segura. Aunque le dé por los sonetos con estrambote. Os dejo con los primeros párrafos de un libro que, como todos los suyos, viene muy bien para regalar en estas fechas tan señaladas. Pues eso. Que por Reyes... ¡otro King!
Mr. Mercedes
Augie Odenkirk tenía un Datsun de 1997 que aún funcionaba bien pese a sus muchos kilómetros, pero el combustible salía caro, sobre todo para un hombre sin trabajo, y el Centro Cívico estaba en la otra punta de la ciudad; decidió, pues, tomar el último autobús del día. A las once y veinte de la noche se apeó con la mochila a la espalda y el saco de dormir enrollado bajo el brazo. Pensó que a eso de las tres de la madrugada agradecería ese saco de plumón. Era una noche fría y neblinosa.
-Buena suerte, amigo -dijo el conductor cuando Augie se bajó del autobús-. Deberías conseguir algo solo por ser el primero.
Pero en realidad no lo era. Cuando Augie llegó a lo alto del empinado y ancho acceso al gran auditorio, vio que frente a las puertas aguardaban ya más de veinte personas, algunas de pie, en su mayoría sentadas. Una cinta amarilla con el rótulo PROHIBIDO EL PASO, sostenida por postes, formaba un pasillo zigzagueante a modo de laberinto. Augie había visto ya antes ese dispositivo en cines, así como en el banco donde ahora estaba en números rojos, y comprendía su finalidad: apelotonar al mayor número de gente posible en el menor espacio posible. Cuando se acercó al extremo de lo que pronto sería una fila interminable de aspirantes a un empleo, Augie vio con estupefacción y desaliento que la última era una mujer con un niño dormido en una mochila portabebés. La criatura tenía las mejillas encarnadas por el frío y un leve resuello acompañaba cada una de sus espiraciones.
La mujer oyó aproximarse a Augie, un poco falto de aliento, y se volvió. Era joven, y tirando a guapa pese a las acusadas ojeras. Tenía a sus pies una pequeña bolsa acolchada. Augie supuso que guardaba ahí las cosas del bebé.
-Hola -saludó ella-. Bienvenido al club de los madrugadores.
-A quien madruga Dios lo ayuda. -Tras una breve vacilación, Augie se decidió a presentarse porque, al fin y al cabo, qué más daba, y le tendió la mano-. August Odenkirk. Augie. Me reestructuraron hace poco. Así lo llaman en el siglo XXI cuando te ponen de patitas en la calle.
La mujer le estrechó la mano. Tenía un apretón más que aceptable, firme y nada tímido.
-Soy Janice Cray, y este angelito es Patti. A mí también me reestructuraron, digamos. Era empleada doméstica de una familia de Sugar Heights, todos muy simpáticos. Él... en fin, tiene un concesionario de coches. Augie hizo una mueca. Janice movió la cabeza en un gesto de asentimiento.
-Eso pienso yo. Dijo que sentía dejarme marchar, pero tenían que apretarse el cinturón.
-Pasa mucho hoy día -comentó Augie, preguntándose: ¿Es que no tienes a nadie con quien dejar a la niña? ¿Nadie en absoluto?
-No me ha quedado más remedio que traerla.
Augie supuso que Janice Cray no necesitaba ser adivina para leerle el pensamiento.
-No tengo a nadie -añadió ella-. Nadie literalmente.
Una chica de mi calle no podía quedarse hoy toda la noche... ni aunque hubiera podido pagarle, y no puedo. Si no consigo trabajo, no sé qué vamos a hacer.
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