A ver si con algo de humor nos damos por aludidos, no es por nada

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Era un día más en el centro comercial, donde los vigilantes, esos héroes anónimos que merodean entre tiendas de ropa y puestos de comida rápida, vivían su rutina en un ciclo infinito de turnos de 8 horas, sin importar si es Navidad, Año Nuevo o el cumpleaños del jefe. Pero claro, ¿para qué pedir mejoras si aquí todo es como un cuento de hadas, solo que sin el “vivieron felices para siempre”?

Pongamos a Juan, uno de esos vigilantes expertos en detectar adolescentes alborotados y carritos abandonados. Juan tenía la mirada de quien ha visto más cámaras de seguridad que series de Netflix, y la paciencia de un santo. Eso sí, su uniforme ya pedía un descanso más que él, y sus zapatillas tenían más kilómetros que un taxi de aeropuerto. Pero reclamar... bueno, reclamar nunca ha sido el fuerte de los vigilantes, porque ¿para qué alborotar al gerente de la empresa de seguridad por pequeñeces como un aumento o una silla decente en la garita?

Un día, Juan, animado por el café recalentado de la máquina expendedora, decidió ser valiente. Se acercó al responsable del equipo de seguridad, un hombre que parecía haberse fusionado con su escritorio. “Oye, jefe, estaba pensando… ¿no crees que ya va siendo hora de pedir un poco más de personal para que los turnos no sean un episodio de Supervivientes?” El jefe, sin levantar la vista del Sudoku que se hacía pasar por un informe importante, suspiró: “Juan, esas cosas son complicadas… ya sabes, los protocolos, las aprobaciones… No es tan fácil como suena.”

Y ahí quedó la cosa. Juan volvió a su ronda, pensando que era más probable encontrar una oferta decente en la tienda de electrodomésticos que ver una mejora en sus condiciones de trabajo. Al reencontrarse con sus compañeros, compartió la noticia: “Bueno, chicos, he pedido un ventilador para la garita. Me han dicho que para cuando hagan la próxima reforma del centro, lo estudian. ¡Vamos a estar fresquitos para el 2050!”

Así seguían los días en el centro comercial, con los vigilantes recorriendo los pasillos, saludando a los maniquíes y arreglando los problemas que nadie veía. Porque, al final del día, el sueldo, el horario y las mejoras son secundarios cuando se trabaja con ese inconfundible espíritu de resignación elegante. Total, no hay mayor tranquilidad que la de no esperar nada y aun así seguir vigilando. Pero eso sí, siempre con la mejor sonrisa, porque en este centro comercial, los únicos robos que no paran son los de las ilusiones de los vigilantes.

Jose Martin Sosa

Te puedo contar de un necio de las nalgas que en más de una ocasión ha salido de un turno de 22 a 6 para entrar de seguido al mismo día de 13 a 21 o de 14:30 a 21:30 y tornar entrar de 22 a 06 y luego llegar el 08 del mes y no haber cobrado porque la Empresa està centralizada en Madrid y al hacer todas, però todas las gestiones desde allí, se han equivocado con las remesas (?) y, aún así, venir al Turno alegre como nadie

VayaJaleo94 escribió:Te puedo contar de un necio de las nalgas que en más de una ocasión ha salido de un turno de 22 a 6 para entrar de seguido al mismo día de 13 a 21 o de 14:30 a 21:30 y tornar entrar de 22 a 06 y luego llegar el 08 del mes y no haber cobrado porque la Empresa està centralizada en Madrid y al hacer todas, però todas las gestiones desde allí, se han equivocado con las remesas (?) y, aún así, venir al Turno alegre como nadie