El Vigilante de Seguridad del Registro Civil.

Arreglar papeles con la Administración siempre es un fastidio. Si, además, quien lo hace tiene ya la edad en la que el término «brecha digital» da sentido a esa marginación que se siente cuando todo va por internet y se pierden ahí, peor. El engorro siempre se puede incrementar si la gestión hay que llevarla a cabo en un edificio como el Registro Civil de la plaza de Vigo, aparatoso donde los haya. A él la gente acude con el interrogante de si hace falta la cita previa para según qué gestiones o si, por contra, se pone a la cola y listo. La duda la resuelve pronto el vigilante de seguridad, un hombre amable que cuando avista un rostro despistado —la mayoría— pregunta qué gestión va a hacer, le indica si hace falta la susodicha cita y, en caso de que no, le da el papelito con su número para esperar con indicaciones. La cola, que desde su sitio de control baja la escaleras de la entrada hasta la calle, está integrada en su mitad por gente de más de 70 años. El vigilante se dirige a los más mayores. ¿Quiere sentarse? «¡Sí, por favor, que me duelen las piernas!», le contesta un señor. «No, no se preocupe que estoy bien», dice una señora. A los que lo piden les deja pasar antes. Se sientan dentro y pueden esperar su turno allí, respetando al mismo tiempo las limitaciones de aforo del covid-19. La mujer que rehusó el sitio pide acceder ahora. Él le explica que ya no caben más. Pero pronto busca una solución. «Si quiere puede sentarse en mi silla». Una chica que ya estaba dentro dice: «Cedo mi asiento a quien lo necesite». Se ve que la amabilidad se contagia. Y que esta puede sortear el áspero camino administrativo. Se trata de ponerle corazón a la burocracia robótica. Lo que hacía este vigilante, al que todos daban las gracias al salir.

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Saludos.


Grano a grano, se levanta la montaña.

Enhorabuena al Vigilante de Seguridad del Registro Civil de A Coruña,  y a tod@s l@s Vigilantes de Seguridad que en sus servicios a mayores de sus funciones, ayudan a quien realmente lo necesita.

Saludos.


Grano a grano, se levanta la montaña.

Para que luego digan que no hay profesionales en este sector .

Animamos desde este foro a todos los compañeros a seguir con nuestra labor bien hecha y a intentar superarnos en el día a día .
Se que cuesta mucho y que una parte de la sociedad nunca lo va a reconocer , pero mientras nosotros sepamos lo que hemos hecho lo hemos hecho con la mayor de nuestra buena intención , "" lo que no quiere decir que lo bordemos siempre """ lo que piensen los demás nos la debe de traer al pairo .

Enhorabuena a un compañero tan buena persona y con sentido de la responsabilidad con las personas mayores pero capaces de salir algun iluminado sindicalista y decir que no son funciones nuestras ceder asientos a personas mayores XD que conozco unos cuantos capaces hasta de denunciar

Totalmente deacurdo, el respeto, la buena educación y la cordialidad desde unos posicionamientos claros también contribuyen a dar un espacio seguro, aspecto donde un VS es fundamental en servicios donde la aspera burocracia y el desconocimiento por parte de muchos usuarios puede dar lugar a crispaciones.

Somos la gran parte de las veces la primera cara visible de un servicio (y en muchas otras la última) y dotar a un espacio con nuestra presencia como garante en toda medida que se pueda de la seguridad no solo con la presencia es un punto a favor.
Las intervenciones no son sólo en conflicto ,sino tambien en la prevencion de ellos.
Un saludo y mi enorabuena al compañero.

RafaVs escribió:Arreglar papeles con la Administración siempre es un fastidio. Si, además, quien lo hace tiene ya la edad en la que el término «brecha digital» da sentido a esa marginación que se siente cuando todo va por internet y se pierden ahí, peor. El engorro siempre se puede incrementar si la gestión hay que llevarla a cabo en un edificio como el Registro Civil de la plaza de Vigo, aparatoso donde los haya. A él la gente acude con el interrogante de si hace falta la cita previa para según qué gestiones o si, por contra, se pone a la cola y listo. La duda la resuelve pronto el vigilante de seguridad, un hombre amable que cuando avista un rostro despistado —la mayoría— pregunta qué gestión va a hacer, le indica si hace falta la susodicha cita y, en caso de que no, le da el papelito con su número para esperar con indicaciones. La cola, que desde su sitio de control baja la escaleras de la entrada hasta la calle, está integrada en su mitad por gente de más de 70 años. El vigilante se dirige a los más mayores. ¿Quiere sentarse? «¡Sí, por favor, que me duelen las piernas!», le contesta un señor. «No, no se preocupe que estoy bien», dice una señora. A los que lo piden les deja pasar antes. Se sientan dentro y pueden esperar su turno allí, respetando al mismo tiempo las limitaciones de aforo del covid-19. La mujer que rehusó el sitio pide acceder ahora. Él le explica que ya no caben más. Pero pronto busca una solución. «Si quiere puede sentarse en mi silla». Una chica que ya estaba dentro dice: «Cedo mi asiento a quien lo necesite». Se ve que la amabilidad se contagia. Y que esta puede sortear el áspero camino administrativo. Se trata de ponerle corazón a la burocracia robótica. Lo que hacía este vigilante, al que todos daban las gracias al salir.

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Grano a grano, se levanta la montaña.

Un buen humano el Compañero del Registro Civil de A Coruña. 
Ya podría aprender uno que conozco en la Estación de Autobuses de Icod de Los Vinos. No sabe ni como se escribe "amabilidad"