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Cinco principales causas de desmotivación policial laboral.
Dom 14 Ago 2022, 15:00
Llega un día en el que decides comenzar el proceso de oposición a policía. El escenario es ideal para devorar el temario, darlo todo en las pruebas físicas y embaucarte en el sueño que te conducirá a jurar el cargo en Ávila. Tu mente es un torbellino de ilusión que se mezcla con el morbo de cierto desconocimiento por no saber qué realmente te deparará tu futuro profesional. Las salidas son infinitas y el punto de mira demasiado lejano para poder atisbar un destello de claridad.
Ahora han pasado los años, tu uniforme se ha impregnado tanto de ti y tú de él que ya sois como uña y carne. Entrar en comisaría forma parte del monótono coctel “del trabajo a casa y de casa al trabajo”. A todo ello le unes las responsabilidades familiares y los deberemos que tienes como padre o madre de familia. El hecho de “ser policía” no ilusiona como el primer día, el ideal que habías construido se ha caído poco a poco como un castillo de naipes. No le acabas de encontrar sentido a aquel sinsentido que recordabas denominar “vocación”. Después del fin de semana o tus libres no hay excusas para no ir al trabajo y comenzar tu rutina: llamada tras llamada, denuncia tras denuncia, carpeta tras carpeta…
Si has llegado a este punto puede que sea momento de abrir el debate sobre si existe o no la desmotivación laboral, un problema que no solo afecta a la propia organización, sino que también influye sobre el trabajador y que puede acelerar una preocupante espiral que llegue a afectar al entorno laborar y personal.
Tratando de abordar esta problemática enumeraremos cinco principales causas que pueden influir directamente en esta conducta. No se trata de señalar a nadie en concreto, pero sin duda la Administración debería tomar buena nota como principal responsable directo de los profesionales y de su rendimiento.
Estancamiento y falta de progreso.
Es frecuente encontrar a policías que llevan años desempeñando la misma labor en el mismo puesto sin encontrar ningún aliciente ni aspiración que implique salir de la monotonía. El sistema de ascenso para muchos es realmente implanteable y choca de bruces con conceptos tan básicos como la “conciliación familiar”. El profesional se encuentra congelado sin capacidad para decidirse al ascenso sin que ello implique lastrar a todo su núcleo familiar además de suponer un gasto descomunal de dinero debido a cambios de destinos que implican alquiler de vivienda y viajes durante años inciertos.
Falta de comunicación con superiores jerárquicos.
Las escalas básicas desempeñan su labor completamente desconectadas de las escalas superiores. ¿Eres una persona o tan solo un número? Ambos son cada vez mundos más distintos donde de arriba a abajo llueven directrices verbales o confusas difíciles de digerir. Hasta en ciertos casos se produce la sensación de percibir cierta carencia de experiencia sobre el terreno por parte del mando (o de trinchera como se suele decir) y ello repercute en que el trabajador dude de su efectividad. Para colmo no se le permite dar su opinión tan solo restringirse a ser una pieza más del sistema de “ordeno y mando” donde tan se exige acatamiento y silencio como parte esencial del arcaico engranaje con cierto tufo tirano.
Desigualdades salariales.
En este punto surge el eterno problema por alcanzar una equiparación salarial entre todos los profesionales que integran las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. En muchas ocasiones incluso hasta dos miembros del mismo binomio no cobran igual por tener diferente catálogo generando un clima de hostilidad que se retroalimenta de la sensación evidente de injusticia. Unos van a juicio y les paga en especies mientras otros acuden a sede judicial y tienen que llorar horas de compensación a su superior. Unos cobran 300 euros por servicio extraordinario y otros 60 euros que no llegan ni para pagarse la manutención. Ser jefe parece que implica comer en un restaurante estrella Michelín y dormir en una suite cinco estrellas mientras que el más bajo del escalafón debe conformarse con dormir en el felpudo y sobrevivir con un bocata de mortadela.
Falta de confianza en la organización y sus líderes.
El profesional tiene la sensación de vivir al margen de la realidad policial que se trata de imponer a golpe de marketing desde la Administración. Lo que percibe en los medios de comunicación por parte de sus gobernantes junto con las técnicas de persuasión ejercida por la organización a través de las redes sociales choca con el escenario totalmente antagónico de la realidad de su día a día y hace que no se sienta parte de ese “mundo de piruleta y caramelo” que tanto gusta vender. El policía no salva gatos todos los días, más bien es el foco de un agujero negro del eslabón perdido de la sociedad donde se focalizan numerosas desgracias. Él las resuelve como puede porque es su deber y como, precisamente, es su deber nadie se para a pensar en él. Nadie le da atención y caso tras caso, intervención tras intervención, denuncia tras denuncia el trabajo siempre retorna al punto de inicio. Un mundo que solo él conoce y que solo él silencia al margen de protocolos y de ruedas de prensa. Al margen de todo, pero más cerca que nadie de nuestra vida.
Logros que pasan desapercibidos.
Un día entras en un edificio en llamas para salvar a una anciana y estas a punto de morir calcinado y al otro te estás peleando en los despachos para lograr un reconocimiento sobre tu actuación. Un día haces gala de tus conocimientos aplicando un torniquete con el que logras evitar una muerte y al otro no recibes ni tan solo una palmadita en la espalda. Son múltiples los casos que surgen tras resolver con éxito una intervención al igual que las trabas burocráticas por reconocer y hacer justicia a tu trabajo en mucha mayor medida que aquellos que reciben recompensa por calentar un sofá. Un policía no trabaja por obtener una u otra recompensa, su acción y reacción es innata, pero ciertas injusticias pueden atentar directamente contra su motivación y destruir a ese agente que juró el cargo con una ilusión que no debería tener nunca fecha de caducidad.
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Saludos.
Grano a grano, se levanta la montaña.
Ahora han pasado los años, tu uniforme se ha impregnado tanto de ti y tú de él que ya sois como uña y carne. Entrar en comisaría forma parte del monótono coctel “del trabajo a casa y de casa al trabajo”. A todo ello le unes las responsabilidades familiares y los deberemos que tienes como padre o madre de familia. El hecho de “ser policía” no ilusiona como el primer día, el ideal que habías construido se ha caído poco a poco como un castillo de naipes. No le acabas de encontrar sentido a aquel sinsentido que recordabas denominar “vocación”. Después del fin de semana o tus libres no hay excusas para no ir al trabajo y comenzar tu rutina: llamada tras llamada, denuncia tras denuncia, carpeta tras carpeta…
Si has llegado a este punto puede que sea momento de abrir el debate sobre si existe o no la desmotivación laboral, un problema que no solo afecta a la propia organización, sino que también influye sobre el trabajador y que puede acelerar una preocupante espiral que llegue a afectar al entorno laborar y personal.
Tratando de abordar esta problemática enumeraremos cinco principales causas que pueden influir directamente en esta conducta. No se trata de señalar a nadie en concreto, pero sin duda la Administración debería tomar buena nota como principal responsable directo de los profesionales y de su rendimiento.
Estancamiento y falta de progreso.
Es frecuente encontrar a policías que llevan años desempeñando la misma labor en el mismo puesto sin encontrar ningún aliciente ni aspiración que implique salir de la monotonía. El sistema de ascenso para muchos es realmente implanteable y choca de bruces con conceptos tan básicos como la “conciliación familiar”. El profesional se encuentra congelado sin capacidad para decidirse al ascenso sin que ello implique lastrar a todo su núcleo familiar además de suponer un gasto descomunal de dinero debido a cambios de destinos que implican alquiler de vivienda y viajes durante años inciertos.
Falta de comunicación con superiores jerárquicos.
Las escalas básicas desempeñan su labor completamente desconectadas de las escalas superiores. ¿Eres una persona o tan solo un número? Ambos son cada vez mundos más distintos donde de arriba a abajo llueven directrices verbales o confusas difíciles de digerir. Hasta en ciertos casos se produce la sensación de percibir cierta carencia de experiencia sobre el terreno por parte del mando (o de trinchera como se suele decir) y ello repercute en que el trabajador dude de su efectividad. Para colmo no se le permite dar su opinión tan solo restringirse a ser una pieza más del sistema de “ordeno y mando” donde tan se exige acatamiento y silencio como parte esencial del arcaico engranaje con cierto tufo tirano.
Desigualdades salariales.
En este punto surge el eterno problema por alcanzar una equiparación salarial entre todos los profesionales que integran las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. En muchas ocasiones incluso hasta dos miembros del mismo binomio no cobran igual por tener diferente catálogo generando un clima de hostilidad que se retroalimenta de la sensación evidente de injusticia. Unos van a juicio y les paga en especies mientras otros acuden a sede judicial y tienen que llorar horas de compensación a su superior. Unos cobran 300 euros por servicio extraordinario y otros 60 euros que no llegan ni para pagarse la manutención. Ser jefe parece que implica comer en un restaurante estrella Michelín y dormir en una suite cinco estrellas mientras que el más bajo del escalafón debe conformarse con dormir en el felpudo y sobrevivir con un bocata de mortadela.
Falta de confianza en la organización y sus líderes.
El profesional tiene la sensación de vivir al margen de la realidad policial que se trata de imponer a golpe de marketing desde la Administración. Lo que percibe en los medios de comunicación por parte de sus gobernantes junto con las técnicas de persuasión ejercida por la organización a través de las redes sociales choca con el escenario totalmente antagónico de la realidad de su día a día y hace que no se sienta parte de ese “mundo de piruleta y caramelo” que tanto gusta vender. El policía no salva gatos todos los días, más bien es el foco de un agujero negro del eslabón perdido de la sociedad donde se focalizan numerosas desgracias. Él las resuelve como puede porque es su deber y como, precisamente, es su deber nadie se para a pensar en él. Nadie le da atención y caso tras caso, intervención tras intervención, denuncia tras denuncia el trabajo siempre retorna al punto de inicio. Un mundo que solo él conoce y que solo él silencia al margen de protocolos y de ruedas de prensa. Al margen de todo, pero más cerca que nadie de nuestra vida.
Logros que pasan desapercibidos.
Un día entras en un edificio en llamas para salvar a una anciana y estas a punto de morir calcinado y al otro te estás peleando en los despachos para lograr un reconocimiento sobre tu actuación. Un día haces gala de tus conocimientos aplicando un torniquete con el que logras evitar una muerte y al otro no recibes ni tan solo una palmadita en la espalda. Son múltiples los casos que surgen tras resolver con éxito una intervención al igual que las trabas burocráticas por reconocer y hacer justicia a tu trabajo en mucha mayor medida que aquellos que reciben recompensa por calentar un sofá. Un policía no trabaja por obtener una u otra recompensa, su acción y reacción es innata, pero ciertas injusticias pueden atentar directamente contra su motivación y destruir a ese agente que juró el cargo con una ilusión que no debería tener nunca fecha de caducidad.
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Localización : Galicia
Re: Cinco principales causas de desmotivación policial laboral.
Dom 14 Ago 2022, 15:01
Esto para gran parte de l@s Vigilantes de Seguridad, simplemente sería el aperitivo.
Saludos.
Grano a grano, se levanta la montaña.
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