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Psicología de Masas en espacios cerrados: análisis del comportamiento.
Jue 16 Dic 2021, 16:48
La conducta humana no solo tiene diferentes dimensiones de análisis (biológica, psicológica y social), sino que también está sometida a múltiples factores (cognitivos, afectivos, conductuales y ambientales), lo que hace que su análisis se complique y requiera de una metodología rigurosa dentro de las limitaciones de las ciencias sociales.
Vamos a intentar describir patrones de conducta en escenarios críticos, tanto a nivel individual como colectivo, de cara a racionalizar las acciones que desde el punto de vista de la intervención facilitarían la misma. Antes de nada, es conveniente recordar que la mayoría de la gente que se expone a estos escenarios aquejados de incertidumbre y premura tiende a reaccionar de manera adaptativa y colaborativa. A pesar de los efectos psicológicos que tiene un evento de alto estrés, como es el caso de evacuaciones de recintos cerrados, donde síntomas de confusión, nerviosismo, indefensión entre otros aparecen la mayoría de los afectados mantienen la calma y son capaces de responder adecuadamente a las demandas ambientales.
No obstante, quisiera aprovechar este espacio descriptivo para plantear comportamientos anómalos que podrían repercutir negativamente en la eficiencia del dispositivo de emergencias y evacuación. Mi objetivo es hacer consciente al personal interviniente de las características de estos comportamientos, individuales y colectivos, de cara a la detección precoz e implementación de acciones preventivas o, en su caso de respuesta inmediata y correctora. Lo normal es que estas alteraciones del comportamiento ocurran de manera individualizada y, en ocasiones muy específicas, lleguen a generalizarse; lo que implicaría una intervención muy costosa y de resultados impredecibles.
Las respuestas típicas en estos escenarios pasan por la aparición de patrones individuales de histeria, claustrofobia, depresión e incluso cuadros disociativos y de pánico. Esta sintomatología se acompañaría, a veces, de comportamientos autolesivos, agresivos y de falta de colaboración con los intervinientes. En el caso del comportamiento colectivo nos podemos encontrar con miedo o pánico generalizado, así como conmoción-inhibición colectiva que se acompañe de fenómenos de contagio mental y comportamientos de huida colectiva. Veámoslos por separado y contemplemos mecanismos concretos de actuación:
Síntomas histéricos. Nos enfrentaríamos a afectados que presentan agitación (en casos excepcionales, parálisis), hipergesticulación (mover o frotar las manos, rascar, arañar o golpear cosas), verborrea (incluso hacer ruidos sin finalidad aparente, gritos o gestos amenazantes), resistencia al cuidado o protección; donde destacaría una enorme coloración en su piel que nos podría servir de detección inmediata. En estos casos, nuestra actuación requiere de una respuesta inmediata y contundente, donde la separación del resto de los afectados evitaría procesos de contagio. No es conveniente con este tipo de afectados entrar en comunicación de escucha activa ya que la persona está fuera de sí. Lo primero es acercarse al afectado con calma y tranquilidad (recordar que nunca por la espalda o por sorpresa y que movimientos bruscos por nuestra parte pueden ser muy mal interpretados), reduciendo la estimulación ambiental (sobre todo objetos contundentes) todo lo posible de cara a aplicar, en función de las condiciones del sujeto (edad, peso, sexo, salud física), una intervención como presionar muy ligeramente la parte del cuerpo que está agitada y pedirle a la persona dependiente con amabilidad que cese el movimiento, reduciendo el contacto progresivamente hasta que cese la agitación. Incluso si la persona tiene problemas de memoria y se olvida rápidamente, es posible distraerla, haciendo más difícil para ella recordar lo que le preocupaba. En casos extremos, una contingencia rápida (grito, reducción, bofetada…), que lo haga consciente de su estado de inadaptación no es una mala acción. Podría ocurrir que durante nuestra intervención, recibiéramos alguna agresión; lo que nos tiene que recordar continuamente que estas personas están fuera de sí y no hay voluntariedad alguna en sus ataques, por lo que el acto no tiene que tomarse a título personal. Una vez controlada la situación, estas personas suelen responder a las demandas que se les haga (colaborar, ayudar, colocar, custodiar…).
Síntomas claustrofóbicos. La claustrofobia, es una fobia específica por la cual la persona reacciona con desesperación por miedo a ahogarse o sofocarse al quedar en el interior de un lugar cerrado que puede desatarse frente a cualquier espacio reducido como puede ser en ascensores, el metro, el tren, los aviones, los túneles o sótanos, los dispositivos diagnósticos como TAC o la Resonancia Magnética, las habitaciones pequeñas (baños), teatros, cines, auditorios, etc. En este caso los afectados presentan falta de aire, temor a morir asfixiado, taquicardia, sudoración, mareos, desesperación, palpitaciones, ahogos y opresión en el pecho, palidez, hipersudoración, angustia, ansiedad y expresiones faciales de miedo e incluso terror. En estos casos si es conveniente un acompañamiento (nunca, bajo ninguna circunstancia, dejarlos solos ya que podrían optar por reacciones incluso suicidas), donde la atención y escucha activa sean predominantes como intervinientes. En el caso que nos sea imposible atenderlos por otras prioridades, dejarlos siempre en “buena” compañía. No olvidemos que estos perfiles de afectados suelen reaccionar muy bien cuando se les encomiendan responsabilidades. Es aconsejable animar al afectado a realizar tareas mentales, tratar de resolver algún problema concreto de nuestra vida o planificar proyectos. Diseñar negocios futuros y generar estrategias para alcanzarlos, imaginar el próximo partido de fútbol que se va a jugar, idear una receta para agasajar a alguien, intentar solucionar problemas matemáticos o pensar en un cuento, forman parte de los temas “distractores” que se sugieren para pasar el rato hasta que se pueda llevar a cabo la evacuación. La respiración diafragmática, que consiste en inspirar profundamente, (empujando el diafragma hacia abajo) y exhalar lentamente, permite disminuir el ritmo cardíaco y respiratorio y restablecer la calma a nivel físico, primero, y luego a nivel emocional. Además, se evitan mareos y los síntomas propios de la ansiedad, como taquicardia, sensación de desmayo, de asfixia o falta de aire. El humor como herramienta es el mejor remedio para desdramatizar la situación y no desesperarse. Tener en cuenta que aunque el tiempo parezca interminable, la situación es pasajera y luego se convertirá en una anécdota que puede tener aspectos de resiliencia futuros.
Francisco Vílchez Lara.
Psicólogo.
Profesor de Seguridad y Protección.
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Saludos.
Grano a grano, se levanta la montaña.
Vamos a intentar describir patrones de conducta en escenarios críticos, tanto a nivel individual como colectivo, de cara a racionalizar las acciones que desde el punto de vista de la intervención facilitarían la misma. Antes de nada, es conveniente recordar que la mayoría de la gente que se expone a estos escenarios aquejados de incertidumbre y premura tiende a reaccionar de manera adaptativa y colaborativa. A pesar de los efectos psicológicos que tiene un evento de alto estrés, como es el caso de evacuaciones de recintos cerrados, donde síntomas de confusión, nerviosismo, indefensión entre otros aparecen la mayoría de los afectados mantienen la calma y son capaces de responder adecuadamente a las demandas ambientales.
No obstante, quisiera aprovechar este espacio descriptivo para plantear comportamientos anómalos que podrían repercutir negativamente en la eficiencia del dispositivo de emergencias y evacuación. Mi objetivo es hacer consciente al personal interviniente de las características de estos comportamientos, individuales y colectivos, de cara a la detección precoz e implementación de acciones preventivas o, en su caso de respuesta inmediata y correctora. Lo normal es que estas alteraciones del comportamiento ocurran de manera individualizada y, en ocasiones muy específicas, lleguen a generalizarse; lo que implicaría una intervención muy costosa y de resultados impredecibles.
Las respuestas típicas en estos escenarios pasan por la aparición de patrones individuales de histeria, claustrofobia, depresión e incluso cuadros disociativos y de pánico. Esta sintomatología se acompañaría, a veces, de comportamientos autolesivos, agresivos y de falta de colaboración con los intervinientes. En el caso del comportamiento colectivo nos podemos encontrar con miedo o pánico generalizado, así como conmoción-inhibición colectiva que se acompañe de fenómenos de contagio mental y comportamientos de huida colectiva. Veámoslos por separado y contemplemos mecanismos concretos de actuación:
Síntomas histéricos. Nos enfrentaríamos a afectados que presentan agitación (en casos excepcionales, parálisis), hipergesticulación (mover o frotar las manos, rascar, arañar o golpear cosas), verborrea (incluso hacer ruidos sin finalidad aparente, gritos o gestos amenazantes), resistencia al cuidado o protección; donde destacaría una enorme coloración en su piel que nos podría servir de detección inmediata. En estos casos, nuestra actuación requiere de una respuesta inmediata y contundente, donde la separación del resto de los afectados evitaría procesos de contagio. No es conveniente con este tipo de afectados entrar en comunicación de escucha activa ya que la persona está fuera de sí. Lo primero es acercarse al afectado con calma y tranquilidad (recordar que nunca por la espalda o por sorpresa y que movimientos bruscos por nuestra parte pueden ser muy mal interpretados), reduciendo la estimulación ambiental (sobre todo objetos contundentes) todo lo posible de cara a aplicar, en función de las condiciones del sujeto (edad, peso, sexo, salud física), una intervención como presionar muy ligeramente la parte del cuerpo que está agitada y pedirle a la persona dependiente con amabilidad que cese el movimiento, reduciendo el contacto progresivamente hasta que cese la agitación. Incluso si la persona tiene problemas de memoria y se olvida rápidamente, es posible distraerla, haciendo más difícil para ella recordar lo que le preocupaba. En casos extremos, una contingencia rápida (grito, reducción, bofetada…), que lo haga consciente de su estado de inadaptación no es una mala acción. Podría ocurrir que durante nuestra intervención, recibiéramos alguna agresión; lo que nos tiene que recordar continuamente que estas personas están fuera de sí y no hay voluntariedad alguna en sus ataques, por lo que el acto no tiene que tomarse a título personal. Una vez controlada la situación, estas personas suelen responder a las demandas que se les haga (colaborar, ayudar, colocar, custodiar…).
Síntomas claustrofóbicos. La claustrofobia, es una fobia específica por la cual la persona reacciona con desesperación por miedo a ahogarse o sofocarse al quedar en el interior de un lugar cerrado que puede desatarse frente a cualquier espacio reducido como puede ser en ascensores, el metro, el tren, los aviones, los túneles o sótanos, los dispositivos diagnósticos como TAC o la Resonancia Magnética, las habitaciones pequeñas (baños), teatros, cines, auditorios, etc. En este caso los afectados presentan falta de aire, temor a morir asfixiado, taquicardia, sudoración, mareos, desesperación, palpitaciones, ahogos y opresión en el pecho, palidez, hipersudoración, angustia, ansiedad y expresiones faciales de miedo e incluso terror. En estos casos si es conveniente un acompañamiento (nunca, bajo ninguna circunstancia, dejarlos solos ya que podrían optar por reacciones incluso suicidas), donde la atención y escucha activa sean predominantes como intervinientes. En el caso que nos sea imposible atenderlos por otras prioridades, dejarlos siempre en “buena” compañía. No olvidemos que estos perfiles de afectados suelen reaccionar muy bien cuando se les encomiendan responsabilidades. Es aconsejable animar al afectado a realizar tareas mentales, tratar de resolver algún problema concreto de nuestra vida o planificar proyectos. Diseñar negocios futuros y generar estrategias para alcanzarlos, imaginar el próximo partido de fútbol que se va a jugar, idear una receta para agasajar a alguien, intentar solucionar problemas matemáticos o pensar en un cuento, forman parte de los temas “distractores” que se sugieren para pasar el rato hasta que se pueda llevar a cabo la evacuación. La respiración diafragmática, que consiste en inspirar profundamente, (empujando el diafragma hacia abajo) y exhalar lentamente, permite disminuir el ritmo cardíaco y respiratorio y restablecer la calma a nivel físico, primero, y luego a nivel emocional. Además, se evitan mareos y los síntomas propios de la ansiedad, como taquicardia, sensación de desmayo, de asfixia o falta de aire. El humor como herramienta es el mejor remedio para desdramatizar la situación y no desesperarse. Tener en cuenta que aunque el tiempo parezca interminable, la situación es pasajera y luego se convertirá en una anécdota que puede tener aspectos de resiliencia futuros.
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Re: Psicología de Masas en espacios cerrados: análisis del comportamiento.
Jue 16 Dic 2021, 16:52
Psicología de Masas en espacios cerrados: análisis del comportamiento, 2.
En esta segunda parte vamos a centrarnos en análisis de conductas colectivas. Si quisiera aclarar de partida que el comportamiento colectivo no es una mera cuantificación al alza de patrones conductuales individuales. El acontecer multitudinario generaría su propia sintomatología, más allá de las respuestas que un sujeto, por sus características biopsicosociales, expresaría en estos escenarios. Las características conductuales de masa tienen su propia singularidad que voy a intentar describir y razonar.
En primer lugar, y como quedó de manifiesto en anteriores artículos, en muchas catástrofes y situaciones de riesgo se observan conductas colectivas adecuadas (como por ejemplo, el orden en la evacuación de un edificio), lo cual va a permitir luchar contra la propagación irracional del peligro, o de los rumores, y la organización racional de los recursos y respuestas. Sin embargo, en otras circunstancias, las menos, se observan conductas inadecuadas como es el considerar que la situación es irreal y carente de sentido, las soluciones imposibles de poder ser materializadas, la huida con un alto grado de desorganización grupal o la falta de adherencia a las instrucciones de los intervinientes.
Planteemos de partida una serie de conductas sintomáticas:
Conmoción – Inhibición – Estupor: los afectados se encuentran alterados por el choque emocional, sin iniciativas y cuya única movilidad es un lento éxodo centrífugo que los aleja de los lugares de la emergencia para ganar espacios amplios hacia la periferia o exterior del edificio. En estos casos el síntoma predominante en los afectados es la alteración de conciencia vigilante, observada en primer lugar como una disminución de la función de la atención. Esta falla de atención influye en el resto de las funciones cognitivas, por lo que las víctimas van a mostrar distracción, fatiga, desorientación, con pobres respuestas a estímulos, alteraciones de memoria (sobre todo memoria a corto plazo).
Miedo Colectivo: el sentir miedo es una reacción frecuente en situaciones de catástrofe o amenaza, pero no es una condición suficiente para que aparezcan conductas de pánico. Incluso las sensaciones de miedo pueden facilitar enormemente las conductas adaptativas. Pese a sentir y compartir un miedo intenso, muchas veces las personas llevan a cabo acciones heroicas y coordinadas. Incluso bajo estas condiciones, las personas pueden ser rápidamente inducidas a seguir las reglas de las autoridades y los líderes situacionales.
Pánico o Miedo Colectivo intenso: a pesar de no ser la más frecuente, se traduce en reacciones primitivas de “fuga loca” o fuga sin objetivo-desordenada, de violencia o de suicidio colectivo. Los ataques de pánico son períodos discretos de miedo o malestar intenso en los que, al menos se observan cuatro de un listado de síntomas somáticos y/o cognitivos. Entre los que se destacan:
Palpitaciones, sacudidas del corazón o elevación de la frecuencia cardíaca;
Sudoración;
Temblores o sacudidas;
Sensación de ahogo o falta de aliento;
Sensación de atragantarse;
Opresión o malestar torácico;
Náuseas o molestias abdominales;
Inestabilidad, mareo, o desmayo;
Desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (estar separado de uno mismo);
Miedo a perder el control o volverse loco;
Miedo a morir;
Parestesias (sensación de entumecimiento u hormigueo), y
Escalofríos o sofocaciones.
Se puede observar que el miedo, el pánico y el miedo colectivo son variaciones de temor, en diferentes niveles de análisis (individual, grupal, intergrupal o colectivo), y es una emoción intensa compartida por un grupo o colectivo ante la percepción de un estímulo amenazante, cuyas fuentes pueden ser variadas.
Siendo el pánico colectivo lo que realmente indicaría el máximo exponente crítico de la situación, sería conveniente sistematizar su verdadera expresión a partir de una serie de elementos como son los siguientes:
Componente subjetivo, un intenso miedo
Contagio emocional, es un miedo que va a ser compartido
Componente conductual, asociado a patrones activos donde destacan huidas masivas
Esto conduce a efectos negativos para la persona y la colectividad, ya que se trata de reacciones no adaptativas, egoístas o individualistas (“sálvese quien pueda”), que producirían más víctimas que la catástrofe misma que lo provoca.
Autores como Smelser argumentan que el comportamiento colectivo que desemboca en conductas de pánico se desarrolla a través de una cadena de pasos acumulativos y necesarios:
En primer lugar aparece una sensación de estar atrapado.
Además se da un malestar general provocado por esa sensación y se produce la imposibilidad de escapar de la situación por las diferentes rutas.
El tercer paso que desencadena el pánico es la dificultad de comunicarse para solicitar ayuda.
En cuarto lugar, estaría la percepción de peligro para la vida. El pánico aparece cuando existen trabas para movilizarse hacia la huida, y cuando se percibe que no existe una coordinación, información y actuación eficaces.
El Comité de Estudios de Desastres del Consejo Nacional de Investigaciones de EEUU concluyó que el pánico de masas era muy poco frecuente. En general, éste se producía cuando convergían cuatro elementos:
Estar atrapados parcialmente, se percibe que hay una o pocas vías de escape.
Amenaza percibida o real inminente que torna el escape en la única conducta posible.
El bloqueo total o parcial de la supuesta ruta de escape, y
El fracaso de comunicar a las zonas de atrás de la masa, o a las personas alejadas de la vía de escape, que ésta está bloqueada, por lo que siguen presionando para intentar huir por una vía inexistente (Turner y Killian).
El pánico, además, va a depender de variables indirectas y factores colaterales que condicionarían la labor de evacuación:
del grado de coordinación percibido,
del nivel de información,
de la experiencia previa
y del grado de tranquilidad con que se afronta el hecho.
En un primer momento la gente intentaría escapar lo antes posible del área de peligro, siendo entonces el mayor problema el establecer de antemano un número alternativo de rutas de escape que sean posibles, tener en cuenta las diversas maneras que hay de abandonar esa situación y planificar adecuadamente los modos de actuación, transmitiendo tranquilidad y seguridad (Quarantelli).
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En esta segunda parte vamos a centrarnos en análisis de conductas colectivas. Si quisiera aclarar de partida que el comportamiento colectivo no es una mera cuantificación al alza de patrones conductuales individuales. El acontecer multitudinario generaría su propia sintomatología, más allá de las respuestas que un sujeto, por sus características biopsicosociales, expresaría en estos escenarios. Las características conductuales de masa tienen su propia singularidad que voy a intentar describir y razonar.
En primer lugar, y como quedó de manifiesto en anteriores artículos, en muchas catástrofes y situaciones de riesgo se observan conductas colectivas adecuadas (como por ejemplo, el orden en la evacuación de un edificio), lo cual va a permitir luchar contra la propagación irracional del peligro, o de los rumores, y la organización racional de los recursos y respuestas. Sin embargo, en otras circunstancias, las menos, se observan conductas inadecuadas como es el considerar que la situación es irreal y carente de sentido, las soluciones imposibles de poder ser materializadas, la huida con un alto grado de desorganización grupal o la falta de adherencia a las instrucciones de los intervinientes.
Planteemos de partida una serie de conductas sintomáticas:
Conmoción – Inhibición – Estupor: los afectados se encuentran alterados por el choque emocional, sin iniciativas y cuya única movilidad es un lento éxodo centrífugo que los aleja de los lugares de la emergencia para ganar espacios amplios hacia la periferia o exterior del edificio. En estos casos el síntoma predominante en los afectados es la alteración de conciencia vigilante, observada en primer lugar como una disminución de la función de la atención. Esta falla de atención influye en el resto de las funciones cognitivas, por lo que las víctimas van a mostrar distracción, fatiga, desorientación, con pobres respuestas a estímulos, alteraciones de memoria (sobre todo memoria a corto plazo).
Miedo Colectivo: el sentir miedo es una reacción frecuente en situaciones de catástrofe o amenaza, pero no es una condición suficiente para que aparezcan conductas de pánico. Incluso las sensaciones de miedo pueden facilitar enormemente las conductas adaptativas. Pese a sentir y compartir un miedo intenso, muchas veces las personas llevan a cabo acciones heroicas y coordinadas. Incluso bajo estas condiciones, las personas pueden ser rápidamente inducidas a seguir las reglas de las autoridades y los líderes situacionales.
Pánico o Miedo Colectivo intenso: a pesar de no ser la más frecuente, se traduce en reacciones primitivas de “fuga loca” o fuga sin objetivo-desordenada, de violencia o de suicidio colectivo. Los ataques de pánico son períodos discretos de miedo o malestar intenso en los que, al menos se observan cuatro de un listado de síntomas somáticos y/o cognitivos. Entre los que se destacan:
Palpitaciones, sacudidas del corazón o elevación de la frecuencia cardíaca;
Sudoración;
Temblores o sacudidas;
Sensación de ahogo o falta de aliento;
Sensación de atragantarse;
Opresión o malestar torácico;
Náuseas o molestias abdominales;
Inestabilidad, mareo, o desmayo;
Desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (estar separado de uno mismo);
Miedo a perder el control o volverse loco;
Miedo a morir;
Parestesias (sensación de entumecimiento u hormigueo), y
Escalofríos o sofocaciones.
Se puede observar que el miedo, el pánico y el miedo colectivo son variaciones de temor, en diferentes niveles de análisis (individual, grupal, intergrupal o colectivo), y es una emoción intensa compartida por un grupo o colectivo ante la percepción de un estímulo amenazante, cuyas fuentes pueden ser variadas.
Siendo el pánico colectivo lo que realmente indicaría el máximo exponente crítico de la situación, sería conveniente sistematizar su verdadera expresión a partir de una serie de elementos como son los siguientes:
Componente subjetivo, un intenso miedo
Contagio emocional, es un miedo que va a ser compartido
Componente conductual, asociado a patrones activos donde destacan huidas masivas
Esto conduce a efectos negativos para la persona y la colectividad, ya que se trata de reacciones no adaptativas, egoístas o individualistas (“sálvese quien pueda”), que producirían más víctimas que la catástrofe misma que lo provoca.
Autores como Smelser argumentan que el comportamiento colectivo que desemboca en conductas de pánico se desarrolla a través de una cadena de pasos acumulativos y necesarios:
En primer lugar aparece una sensación de estar atrapado.
Además se da un malestar general provocado por esa sensación y se produce la imposibilidad de escapar de la situación por las diferentes rutas.
El tercer paso que desencadena el pánico es la dificultad de comunicarse para solicitar ayuda.
En cuarto lugar, estaría la percepción de peligro para la vida. El pánico aparece cuando existen trabas para movilizarse hacia la huida, y cuando se percibe que no existe una coordinación, información y actuación eficaces.
El Comité de Estudios de Desastres del Consejo Nacional de Investigaciones de EEUU concluyó que el pánico de masas era muy poco frecuente. En general, éste se producía cuando convergían cuatro elementos:
Estar atrapados parcialmente, se percibe que hay una o pocas vías de escape.
Amenaza percibida o real inminente que torna el escape en la única conducta posible.
El bloqueo total o parcial de la supuesta ruta de escape, y
El fracaso de comunicar a las zonas de atrás de la masa, o a las personas alejadas de la vía de escape, que ésta está bloqueada, por lo que siguen presionando para intentar huir por una vía inexistente (Turner y Killian).
El pánico, además, va a depender de variables indirectas y factores colaterales que condicionarían la labor de evacuación:
del grado de coordinación percibido,
del nivel de información,
de la experiencia previa
y del grado de tranquilidad con que se afronta el hecho.
En un primer momento la gente intentaría escapar lo antes posible del área de peligro, siendo entonces el mayor problema el establecer de antemano un número alternativo de rutas de escape que sean posibles, tener en cuenta las diversas maneras que hay de abandonar esa situación y planificar adecuadamente los modos de actuación, transmitiendo tranquilidad y seguridad (Quarantelli).
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Re: Psicología de Masas en espacios cerrados: análisis del comportamiento.
Vie 17 Dic 2021, 01:06
Buen aporte Rafa .
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