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Las protestas en Brasil empañan el inicio del Mundial de fútbol
Vie 13 Jun 2014, 00:18
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Pocas horas antes de que el Mundial de Fútbol comenzara, se reprodujeron en São Paulo, sede del partido inaugural, las protestas y manifestaciones anticampeonato que han sacudido Brasil durante el último año. A las diez de la mañana (tres de la tarde, hora peninsular española) un grupo de manifestantes,en torno a un centenar de personas, se reunió cerca de la Radial Leste, uno de los accesos al estadio Itaquerão, donde siete horas más tarde (10 de la noche, hora española) estaba previsto que se inaugurara el campeonato con el partido entre Brasil y Croacia.
La policía disolvió a los manifestantes con contundentes lanzamientos de gases lacrimógenos que les hicieron retroceder a la carrera varios centenares de metros. Acabaron uniéndose a un grupo de trabajadores del metro de São Paulo, concentrados también en la zona próxima al estadio para protestar contra el Gobierno del Estado y reclamar que sean readmitidos los 42 despedidos de la reciente huelga, desconvocada el lunes, que paralizó durante cinco días la capital paulista. Se multiplicaron las carreras, los disturbios y las cargas. Jóvenes encapuchados, vestidos a la manera del grupo anarquista Black Bloc (Bloque Negro), arrancaron señales de tráfico, prendieron fuego a contenedores de basura y arrojaron piedras y cascotes a los antidisturbios. Los obreros del metro trataron de desmarcarse de ese conflicto.
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Las protestas sociales ponen en vilo a Brasil en vísperas del Mundial
El objetivo de la policía era simple: impedir que los manifestantes alcanzasen los accesos del estadio o que se acercaran a las líneas de metro que comunican el centro de la ciudad con Itaquerão. Lo consiguieron. Para ello tuvieron que cerrar a lo largo de la mañana alguna estación a fin de que no fuera utilizada por los asistentes a la marcha. Durante toda la mañana y el inicio de la tarde, los manifestantes jugaron al gato y al ratón con la policía, perseguidos de cerca por una auténtica nube de periodistas llegados de todo el mundo para cubrir el Mundial y todo lo que le rodea. Hubo al menos ocho heridos, varios de ellos reporteros. Mientras, a pocos kilómetros de allí, la fiesta comenzaba, con miles de brasileños, vestidos de amarillo, entrando al estadio.
Las protestas no sólo se produjeron en São Paulo. Río de Janeiro también albergó una manifestación de profesores que, aunque discurrió pacíficamente (y hasta de forma festiva) al principio, acabó con carreras policiales y tres detenidos. En Natal, al norte del país, los conductores de autobuses fueron a la huelga.
El despliegue policial, tanto en São Paulo como en Rio, fue enorme. Entre la gente, había quien denunciaba a los manifestantes por impedirles disfrutar tranquilamente del campeonato. Otros les apoyaban. João Cesar Fernandes, estudiante de Sociología, manifestó su apoyo a las protestas: “La misma policía que protege los juegos es la que ha ayudado a echar gente pobre para dejar sitio en los estadios”.
La policía, mientras tanto, contenía las protestas y trataba de cercar a los manifestantes de modo que no se acercaran a los alrededores ni a los accesos del estadio. Todo esto sucedía en la región este de la ciudad. En el resto, todo eran viandantes con la camiseta amarilla, hinchas emocionados y sonrientes y turistas dirigiéndose al estadio. Cerca de él, uno de los manifestantes enarbolaba una pancarta que rezaba: “La Fifa es la que es terrorista”.
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Pocas horas antes de que el Mundial de Fútbol comenzara, se reprodujeron en São Paulo, sede del partido inaugural, las protestas y manifestaciones anticampeonato que han sacudido Brasil durante el último año. A las diez de la mañana (tres de la tarde, hora peninsular española) un grupo de manifestantes,en torno a un centenar de personas, se reunió cerca de la Radial Leste, uno de los accesos al estadio Itaquerão, donde siete horas más tarde (10 de la noche, hora española) estaba previsto que se inaugurara el campeonato con el partido entre Brasil y Croacia.
La policía disolvió a los manifestantes con contundentes lanzamientos de gases lacrimógenos que les hicieron retroceder a la carrera varios centenares de metros. Acabaron uniéndose a un grupo de trabajadores del metro de São Paulo, concentrados también en la zona próxima al estadio para protestar contra el Gobierno del Estado y reclamar que sean readmitidos los 42 despedidos de la reciente huelga, desconvocada el lunes, que paralizó durante cinco días la capital paulista. Se multiplicaron las carreras, los disturbios y las cargas. Jóvenes encapuchados, vestidos a la manera del grupo anarquista Black Bloc (Bloque Negro), arrancaron señales de tráfico, prendieron fuego a contenedores de basura y arrojaron piedras y cascotes a los antidisturbios. Los obreros del metro trataron de desmarcarse de ese conflicto.
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El objetivo de la policía era simple: impedir que los manifestantes alcanzasen los accesos del estadio o que se acercaran a las líneas de metro que comunican el centro de la ciudad con Itaquerão. Lo consiguieron. Para ello tuvieron que cerrar a lo largo de la mañana alguna estación a fin de que no fuera utilizada por los asistentes a la marcha. Durante toda la mañana y el inicio de la tarde, los manifestantes jugaron al gato y al ratón con la policía, perseguidos de cerca por una auténtica nube de periodistas llegados de todo el mundo para cubrir el Mundial y todo lo que le rodea. Hubo al menos ocho heridos, varios de ellos reporteros. Mientras, a pocos kilómetros de allí, la fiesta comenzaba, con miles de brasileños, vestidos de amarillo, entrando al estadio.
Las protestas no sólo se produjeron en São Paulo. Río de Janeiro también albergó una manifestación de profesores que, aunque discurrió pacíficamente (y hasta de forma festiva) al principio, acabó con carreras policiales y tres detenidos. En Natal, al norte del país, los conductores de autobuses fueron a la huelga.
El despliegue policial, tanto en São Paulo como en Rio, fue enorme. Entre la gente, había quien denunciaba a los manifestantes por impedirles disfrutar tranquilamente del campeonato. Otros les apoyaban. João Cesar Fernandes, estudiante de Sociología, manifestó su apoyo a las protestas: “La misma policía que protege los juegos es la que ha ayudado a echar gente pobre para dejar sitio en los estadios”.
La policía, mientras tanto, contenía las protestas y trataba de cercar a los manifestantes de modo que no se acercaran a los alrededores ni a los accesos del estadio. Todo esto sucedía en la región este de la ciudad. En el resto, todo eran viandantes con la camiseta amarilla, hinchas emocionados y sonrientes y turistas dirigiéndose al estadio. Cerca de él, uno de los manifestantes enarbolaba una pancarta que rezaba: “La Fifa es la que es terrorista”.
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