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Ladrones gourmet en Vitoria
Sáb 09 Dic 2017, 17:31
Ladrones gourmet en Vitoria
9 dic 2017
No roban por necesidad, se llevan productos de alta gama; varios han acabado ya ante el juez en la capital alavesa
La señora se acerca a la máquina de autopago. Buen abrigo, pendientes caros, elegante presencia... Y un sospechoso cuello de botella que le sobresale del bolso. Desembolsa apenas tres euros por un producto cosmético y enfila hacia la salida. El vigilante de seguridad del supermercado se le acerca. Le recuerda que ha 'olvidado' abonar la botella, un selecto champán francés. No sólo niega la mayor sino que se ofende y acaba identificada por policías. Días después, más calmada, esta mujer de unos 70 años acepta los cargos de «delito leve de hurto» ante una jueza de instrucción. 90 euros de multa, aparte de quedarse sin el espumoso, por supuesto.
Agentes de la Ertzaintza y de la Policía Local, personal del Palacio de Justicia y vigilantes de supermercados y grandes superficies confirman a EL CORREO que se trata de una escena «bastante repetida en los últimos meses». Descartan que se trate de «personas que roban alimentos de primera necesidad». Hablan de «auténticos ladrones», algunos de una edad que llama la atención. «A alguien que se lleva un cartón de leche y un paquete de arroz le dejas irse, con la prohibición de volver, eso sí. Sin embargo, estos casos no van por ahí, ni mucho menos», insisten profesionales de la seguridad privada.
Otro caso reciente. Durante varias semanas, un varón por encima de los 65 acudió al mismo supermercado de manera regular. Cogía solomillo envasado. «De los de a 60 euros el kilo», explican en el comercio. Luego encargaba jamón puro de bellota. Se retiraba a alguna zona alejada de las cajas, quitaba el plástico y «metía todo en una bolsa de otra cadena. Luego se la colocaba en la manga de la cazadora o en algún bolsillo interior», apostillan fuentes policiales.
Durante «semanas», trabajadores de este local se encontraban las bandejas vacías. Siempre de jamón de máxima calidad y de solomillo de label. Hasta que hace menos de un mes le cazaron. «Nos dijo que sólo tenía una pensión de 300 euros, pero cuando se le cacheó llevaba encima mil euros en billetes».
«Un 0,85%» de pérdidas al día
Grandes superficies e hipermercados cifran en «unos 1.600 millones de euros anuales» el capítulo de «pérdidas desconocidas» en España. Eso incluye estos hurtos, robos, desfases de caja o despistes. En los supermercados, según las últimas estadísticas a nivel nacional, esta práctica penada por la ley implica alrededor del «0,85% de las ventas diarias». «En las grandes capitales se llegan a dar los robos por encargo, algo que en Vitoria todavía no hay constancia», atajan medios policiales.
Otro juzgado de Instrucción condenó recientemente a un anciano por encima de los 80 por hurtar «un kilo de gambas rojas, tres cuartos de almejas y cuatro latas de espárragos» de una gran superficie. Escondía el botín en el scooter eléctrico con el que se movía por los pasillos. Como ante la jueza se mantuvo erre que erre le cayó una pena más severa de lo normal: 200 euros. Desde aquel día arrastra antecedentes penales.
Si no es por necesidad, ¿por qué se da este fenómeno? Fuentes policiales se decantan por términos como «picaresca» o incluso creen que es producto de «trastornos mentales» en algunos de los sorprendidos. «Ya sea por prejuicio o por la experiencia, siempre te fijas más en jóvenes, nunca piensas en personas mayores. Además, siempre te da más cosa pararles», comparten varios guardas jurados.
Un matrimonio domiciliado en una provincia limítrofe personifica ese dilema en el personal de seguridad. Ambos superan los 70 años. En una tarde se llevaron «decenas de productos» de comercios del centro. Iban y venían de tienda en tienda. Hasta que les pillaron. «Testificaron en el juicio por videoconferencia desde una ciudad mediterránea donde estaban, se supone, que de vacaciones. Ella llevaba uno de los bolsos hurtados». Aunque en ocasiones también se sisa «por vergüenza». Como la señora que hace unos días «se escondió un gel íntimo en el abrigo. No sabía dónde meterse cuando la pillamos».
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9 dic 2017
No roban por necesidad, se llevan productos de alta gama; varios han acabado ya ante el juez en la capital alavesa
La señora se acerca a la máquina de autopago. Buen abrigo, pendientes caros, elegante presencia... Y un sospechoso cuello de botella que le sobresale del bolso. Desembolsa apenas tres euros por un producto cosmético y enfila hacia la salida. El vigilante de seguridad del supermercado se le acerca. Le recuerda que ha 'olvidado' abonar la botella, un selecto champán francés. No sólo niega la mayor sino que se ofende y acaba identificada por policías. Días después, más calmada, esta mujer de unos 70 años acepta los cargos de «delito leve de hurto» ante una jueza de instrucción. 90 euros de multa, aparte de quedarse sin el espumoso, por supuesto.
Agentes de la Ertzaintza y de la Policía Local, personal del Palacio de Justicia y vigilantes de supermercados y grandes superficies confirman a EL CORREO que se trata de una escena «bastante repetida en los últimos meses». Descartan que se trate de «personas que roban alimentos de primera necesidad». Hablan de «auténticos ladrones», algunos de una edad que llama la atención. «A alguien que se lleva un cartón de leche y un paquete de arroz le dejas irse, con la prohibición de volver, eso sí. Sin embargo, estos casos no van por ahí, ni mucho menos», insisten profesionales de la seguridad privada.
Otro caso reciente. Durante varias semanas, un varón por encima de los 65 acudió al mismo supermercado de manera regular. Cogía solomillo envasado. «De los de a 60 euros el kilo», explican en el comercio. Luego encargaba jamón puro de bellota. Se retiraba a alguna zona alejada de las cajas, quitaba el plástico y «metía todo en una bolsa de otra cadena. Luego se la colocaba en la manga de la cazadora o en algún bolsillo interior», apostillan fuentes policiales.
Durante «semanas», trabajadores de este local se encontraban las bandejas vacías. Siempre de jamón de máxima calidad y de solomillo de label. Hasta que hace menos de un mes le cazaron. «Nos dijo que sólo tenía una pensión de 300 euros, pero cuando se le cacheó llevaba encima mil euros en billetes».
«Un 0,85%» de pérdidas al día
Grandes superficies e hipermercados cifran en «unos 1.600 millones de euros anuales» el capítulo de «pérdidas desconocidas» en España. Eso incluye estos hurtos, robos, desfases de caja o despistes. En los supermercados, según las últimas estadísticas a nivel nacional, esta práctica penada por la ley implica alrededor del «0,85% de las ventas diarias». «En las grandes capitales se llegan a dar los robos por encargo, algo que en Vitoria todavía no hay constancia», atajan medios policiales.
Otro juzgado de Instrucción condenó recientemente a un anciano por encima de los 80 por hurtar «un kilo de gambas rojas, tres cuartos de almejas y cuatro latas de espárragos» de una gran superficie. Escondía el botín en el scooter eléctrico con el que se movía por los pasillos. Como ante la jueza se mantuvo erre que erre le cayó una pena más severa de lo normal: 200 euros. Desde aquel día arrastra antecedentes penales.
Si no es por necesidad, ¿por qué se da este fenómeno? Fuentes policiales se decantan por términos como «picaresca» o incluso creen que es producto de «trastornos mentales» en algunos de los sorprendidos. «Ya sea por prejuicio o por la experiencia, siempre te fijas más en jóvenes, nunca piensas en personas mayores. Además, siempre te da más cosa pararles», comparten varios guardas jurados.
Un matrimonio domiciliado en una provincia limítrofe personifica ese dilema en el personal de seguridad. Ambos superan los 70 años. En una tarde se llevaron «decenas de productos» de comercios del centro. Iban y venían de tienda en tienda. Hasta que les pillaron. «Testificaron en el juicio por videoconferencia desde una ciudad mediterránea donde estaban, se supone, que de vacaciones. Ella llevaba uno de los bolsos hurtados». Aunque en ocasiones también se sisa «por vergüenza». Como la señora que hace unos días «se escondió un gel íntimo en el abrigo. No sabía dónde meterse cuando la pillamos».
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