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“En el tren me han llegado a agredir con intención de matarme”
Lun 27 Nov 2017, 12:39
“En el tren me han llegado a agredir con intención de matarme”
26-11-17
El fin de semana pasado un compañero suyo perdió un ojo tras una agresión sufrida en el estadio del Atlético de Madrid. Él sigue de baja tras recibir una lluvia de piedras en la estación de tren de Villabona. “Carecemos de autoridad y sale muy barato llevarnos por delante”, asegura el vigilante.
DONOSTIA
- Los vigilantes de seguridad no atraviesan su mejor momento. José Luis González está más que harto. Seguirá escayolado unos 40 días, por no hablar de las secuelas psicológicas que le deja cada agresión. “Tengo una fractura en un hueso del dedo, junto al tendón. Es una lesión aparatosa. Todo me ocurrió por intentar evitar el impacto de una de las piedras que me lanzaron”, cuenta este cántabro que trabaja desde hace ocho años como vigilante de Seguridad en la línea de cercanías de Gipuzkoa. “La violencia se ha desatado en los últimos tres años. Carecemos de autoridad y no somos respetados. Agredirnos sale muy barato”, denuncia.
¿Cuándo empezaron las agresiones?
-Siempre han existido, pero se han recrudecido durante los últimos tres años. La más violenta tuvo lugar en julio del año pasado, cuando un chico al que habíamos expulsado del tren por viajar sin billete se tomó la justicia por su mano. Cogió el siguiente tren con la idea de agredirnos, y vaya si lo hizo. Guardó una piedra de dos kilos en el gorro de una sudadera y nos la lanzó mediante una especie de lazo. Nada más abrirse la puerta del tren, sin previo aviso y por sorpresa, me golpeó con ella en la cabeza. Es el mayor susto que me he llevado. En aquella agresión en el tren hubo una clara intención de matarme, de llevarme por delante.
¿Qué secuelas le dejó?
-Una cicatriz enorme en la cabeza. Sufrí un traumatismo craneoencefálico y me quedaron secuelas psicológicas de las que tardé días en recuperarme. Estuve con una ansiedad terrible. Todavía no se ha celebrado el juicio por estos hechos y, entretanto, he coincidido con el agresor en dos ocasiones en la estación de Renteria. Incluso ha tenido las agallas de dirigirse a mí, diciéndome a ver si me acordaba de él. Es una de las principales razones por las cuales nos quejamos, por la lentitud de la Justicia y el hecho de que no haya ningún tipo de medida preventiva para protegernos.
¿Ha habido más agresiones?
-Ha habido otras muchas. En otra ocasión me pincharon con un objeto punzante tipo destornillador. La última fue la del 25 octubre, cuando al compañero y a mí nos arrojaron piedras desde las vías. Aquello fue el remate. Me rompieron un dedo y me abrieron otra brecha en la cabeza, que sangró abundantemente. No había manera de controlar la hemorragia y la espera hasta que llegó la ambulancia fue muy angustiosa, la verdad. Ocurrió en la estación de tren de Villabona.
¿Ha sido la última agresión?
En mi caso sí, pero desde entonces hasta ahora ha habido otra agresión a un compañero en Errenteria. Le dieron un puñetazo sin previo aviso, pero consiguió recuperarse y reducir al agresor. Al parecer, el atacante fue un recluso de Martutene con antecedentes por asesinato que está en tercer grado. También ha habido otros encontronazos en la estación de Hernani-centro, cuando un viajero cogió varias piedras y amenazó con lanzárselas a los compañeros.
¿Cómo es posible trabajar en esas condiciones?
-En realidad, el vigilante de seguridad carece de autoridad y no somos respetados como puede serlo la Ertzain-tza o cualquier otro cuerpo policial. Es muy barato agredirnos por ese motivo. No existe en estos casos el temor que puede suscitar atacar a un agente de la autoridad, que es mayor delito. Así, hay personas que te pueden sacar una navaja, sin miedo a las consecuencias. En muchos casos vemos que son menores, que incluso se retan entre sí a ver quién le echa más huevos para enfrentarse al vigilante, con lo que se ganan el respeto del resto.
¿Esa es una opinión suya o es algo que han podido constatar?
-Es una opinión mía. Intento buscar un motivo. Vemos que provienen de familias desestructuradas y no tienen la educación de quien ha ido a la escuela.
¿Ahora está trabajando?
-Sigo de baja. Estaré escayolado unos 40 días. Tengo una fractura en un hueso del dedo, junto al tendón. Es una lesión aparatosa y hay que evitar que el tendón mueva el pedazo de hueso astillado y sea necesario operar. Todo me ocurrió por intentar parar uno de los impactos de las piedras que me lanzaron.
¿Le compensa seguir trabajando en esas condiciones?
-Si no fuera por necesidad, yo creo que en este trabajo no estaríamos ninguno. He visto pasar a muchísima gente en los ocho años que llevo aquí. De algunos ya no me acuerdo. Hay dos gallegos, había uno de Madrid que lo ha dejado ya. Somos tres de Cantabria, uno de Cádiz, otro de Granada... La mitad de la plantilla somos de fuera. La crisis nos ha traído aquí, hemos buscado trabajo y hemos llegado a donde nadie quiere, en concreto, al servicio de vigilancia de Renfe en Gipuzkoa.
¿Y que tiene Gipuzkoa para ser un destino tan poco apetecible?
-Por lo que vemos, en las grandes urbes hay usuarios habituales mientras que aquí son muchos viajeros de paso, en una zona transfronteriza, lo que traza un perfil de viajero muy concreto.
De modo que actualmente son agentes de seguridad que se sienten inseguros...
-Así es. Los recortes también han tenido mucho que ver. La dotación que tiene un agente de seguridad es una porra de goma que se dobla y que cuando la utilizas para defenderte solo pica, ni siquiera duele. Los grilletes que utilizamos son de una calidad que parecen de juguete. Esas son nuestras armas para enfrentarnos a gente que está dispuesta a todo. En algunos servicios estamos solos. ¿Qué podemos hacer cuando tres chicos se te enfrentan? Generalmente, recibir una paliza. Pedimos unos medios para podernos defender y afrontar estas situaciones, como por ejemplo chalecos antipinchazos o spray. Además, hace falta una protección jurídica porque nos vemos desamparados. Las denuncias las tenemos que poner a nivel personal. Cuando me han agredido, mi compañero y yo hemos tenido que ir a poner la denuncia ante la Ertzaintza en nuestro tiempo libre, sin cobrar.
¿Es un trabajo al menos bien remunerado?
-Sin meter horas extra cobras poco más de 900 euros. De hecho, en el convenio que acabamos de firmar apenas se ha mejorado en ese aspecto. Han firmado una subida vergonzosa del 2%, y vamos a seguir sin poder llegar a un sueldo base de 1.000 euros. Dependemos de las horas extra para llegar a fin de mes. De baja lo pasamos económicamente muy mal.
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26-11-17
El fin de semana pasado un compañero suyo perdió un ojo tras una agresión sufrida en el estadio del Atlético de Madrid. Él sigue de baja tras recibir una lluvia de piedras en la estación de tren de Villabona. “Carecemos de autoridad y sale muy barato llevarnos por delante”, asegura el vigilante.
DONOSTIA
- Los vigilantes de seguridad no atraviesan su mejor momento. José Luis González está más que harto. Seguirá escayolado unos 40 días, por no hablar de las secuelas psicológicas que le deja cada agresión. “Tengo una fractura en un hueso del dedo, junto al tendón. Es una lesión aparatosa. Todo me ocurrió por intentar evitar el impacto de una de las piedras que me lanzaron”, cuenta este cántabro que trabaja desde hace ocho años como vigilante de Seguridad en la línea de cercanías de Gipuzkoa. “La violencia se ha desatado en los últimos tres años. Carecemos de autoridad y no somos respetados. Agredirnos sale muy barato”, denuncia.
¿Cuándo empezaron las agresiones?
-Siempre han existido, pero se han recrudecido durante los últimos tres años. La más violenta tuvo lugar en julio del año pasado, cuando un chico al que habíamos expulsado del tren por viajar sin billete se tomó la justicia por su mano. Cogió el siguiente tren con la idea de agredirnos, y vaya si lo hizo. Guardó una piedra de dos kilos en el gorro de una sudadera y nos la lanzó mediante una especie de lazo. Nada más abrirse la puerta del tren, sin previo aviso y por sorpresa, me golpeó con ella en la cabeza. Es el mayor susto que me he llevado. En aquella agresión en el tren hubo una clara intención de matarme, de llevarme por delante.
¿Qué secuelas le dejó?
-Una cicatriz enorme en la cabeza. Sufrí un traumatismo craneoencefálico y me quedaron secuelas psicológicas de las que tardé días en recuperarme. Estuve con una ansiedad terrible. Todavía no se ha celebrado el juicio por estos hechos y, entretanto, he coincidido con el agresor en dos ocasiones en la estación de Renteria. Incluso ha tenido las agallas de dirigirse a mí, diciéndome a ver si me acordaba de él. Es una de las principales razones por las cuales nos quejamos, por la lentitud de la Justicia y el hecho de que no haya ningún tipo de medida preventiva para protegernos.
¿Ha habido más agresiones?
-Ha habido otras muchas. En otra ocasión me pincharon con un objeto punzante tipo destornillador. La última fue la del 25 octubre, cuando al compañero y a mí nos arrojaron piedras desde las vías. Aquello fue el remate. Me rompieron un dedo y me abrieron otra brecha en la cabeza, que sangró abundantemente. No había manera de controlar la hemorragia y la espera hasta que llegó la ambulancia fue muy angustiosa, la verdad. Ocurrió en la estación de tren de Villabona.
¿Ha sido la última agresión?
En mi caso sí, pero desde entonces hasta ahora ha habido otra agresión a un compañero en Errenteria. Le dieron un puñetazo sin previo aviso, pero consiguió recuperarse y reducir al agresor. Al parecer, el atacante fue un recluso de Martutene con antecedentes por asesinato que está en tercer grado. También ha habido otros encontronazos en la estación de Hernani-centro, cuando un viajero cogió varias piedras y amenazó con lanzárselas a los compañeros.
¿Cómo es posible trabajar en esas condiciones?
-En realidad, el vigilante de seguridad carece de autoridad y no somos respetados como puede serlo la Ertzain-tza o cualquier otro cuerpo policial. Es muy barato agredirnos por ese motivo. No existe en estos casos el temor que puede suscitar atacar a un agente de la autoridad, que es mayor delito. Así, hay personas que te pueden sacar una navaja, sin miedo a las consecuencias. En muchos casos vemos que son menores, que incluso se retan entre sí a ver quién le echa más huevos para enfrentarse al vigilante, con lo que se ganan el respeto del resto.
¿Esa es una opinión suya o es algo que han podido constatar?
-Es una opinión mía. Intento buscar un motivo. Vemos que provienen de familias desestructuradas y no tienen la educación de quien ha ido a la escuela.
¿Ahora está trabajando?
-Sigo de baja. Estaré escayolado unos 40 días. Tengo una fractura en un hueso del dedo, junto al tendón. Es una lesión aparatosa y hay que evitar que el tendón mueva el pedazo de hueso astillado y sea necesario operar. Todo me ocurrió por intentar parar uno de los impactos de las piedras que me lanzaron.
¿Le compensa seguir trabajando en esas condiciones?
-Si no fuera por necesidad, yo creo que en este trabajo no estaríamos ninguno. He visto pasar a muchísima gente en los ocho años que llevo aquí. De algunos ya no me acuerdo. Hay dos gallegos, había uno de Madrid que lo ha dejado ya. Somos tres de Cantabria, uno de Cádiz, otro de Granada... La mitad de la plantilla somos de fuera. La crisis nos ha traído aquí, hemos buscado trabajo y hemos llegado a donde nadie quiere, en concreto, al servicio de vigilancia de Renfe en Gipuzkoa.
¿Y que tiene Gipuzkoa para ser un destino tan poco apetecible?
-Por lo que vemos, en las grandes urbes hay usuarios habituales mientras que aquí son muchos viajeros de paso, en una zona transfronteriza, lo que traza un perfil de viajero muy concreto.
De modo que actualmente son agentes de seguridad que se sienten inseguros...
-Así es. Los recortes también han tenido mucho que ver. La dotación que tiene un agente de seguridad es una porra de goma que se dobla y que cuando la utilizas para defenderte solo pica, ni siquiera duele. Los grilletes que utilizamos son de una calidad que parecen de juguete. Esas son nuestras armas para enfrentarnos a gente que está dispuesta a todo. En algunos servicios estamos solos. ¿Qué podemos hacer cuando tres chicos se te enfrentan? Generalmente, recibir una paliza. Pedimos unos medios para podernos defender y afrontar estas situaciones, como por ejemplo chalecos antipinchazos o spray. Además, hace falta una protección jurídica porque nos vemos desamparados. Las denuncias las tenemos que poner a nivel personal. Cuando me han agredido, mi compañero y yo hemos tenido que ir a poner la denuncia ante la Ertzaintza en nuestro tiempo libre, sin cobrar.
¿Es un trabajo al menos bien remunerado?
-Sin meter horas extra cobras poco más de 900 euros. De hecho, en el convenio que acabamos de firmar apenas se ha mejorado en ese aspecto. Han firmado una subida vergonzosa del 2%, y vamos a seguir sin poder llegar a un sueldo base de 1.000 euros. Dependemos de las horas extra para llegar a fin de mes. De baja lo pasamos económicamente muy mal.
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Re: “En el tren me han llegado a agredir con intención de matarme”
Mar 28 Nov 2017, 07:55
Joder, esta noticia es absolutamente desesperante, menudo autocontrol tienen estos compañeros, porque a mí se me iría la cabeza con tanto HDP suelto...
Como no nos reconozcan como agentes de la autoridad no veo ninguna solución posible..
Como no nos reconozcan como agentes de la autoridad no veo ninguna solución posible..
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